martes, 30 de noviembre de 2010
Deberías
¿Alguna vez te has preguntado, cuando en mitad de la noche no puedes conciliar el sueño, cuanta gente habrá en ese momento en la misma situación? Mientras te fumas el último cigarrillo de la noche, piensas. Piensas que deberías buscar un empleo mejor. Piensas que deberías cambiar el aceite del coche. Piensas que deberías arreglar ese molesto goteo del grifo. Piensas que deberías dejar de alimentarte a base de tostadas y comprar algo de fruta y verdura. Piensas que deberías llamar a esa persona de la que hace tiempo que no sabes nada. Piensas que deberías hacer alguna cosa, cualquier cosa, lo que sea.
Pero no lo haces.
El anterior fragmento fué escrito hace unos cuatro años, pero goza de una irónica vigencia.
viernes, 29 de octubre de 2010
Sitges 2010: Red Hill
Título Original: Red Hill
Nacionalidad: Australia, 2010
Director: Patrick Hughes
Interpretes: Ryan Kwanten, Steve Bisley, Tommy Lewis
El western, en su etapa madura, es para mi uno de los géneros más interesantes pues sus personajes son ricos en matices. Los buenos no son completamente buenos ni los malos totalmente malos. Eso da profundidad a la narración, pues en el mundo real tampoco se dan los terminos absolutos sino que existen una infinidad de tonalidades.
Por ello, Red Hill era para mi una de las películas más esperadas de la última edición del festival de cine de Sitges. Se trata del extraordinario debut del australiano Patrick Hughes. Este australiano escribe y dirige una imprescindible cinta que combina con destreza elementos del western crepuscular y el thriller más oscuro. Red Hill nos sitúa en una Australia rural anclada en el pasado, donde el conservador sheriff Bill aplica su propia ley. Ryan Kwanten, más conocido por sus apariciones en True Blood, interpreta a Shane Cooper, un agente de policía recién trasladado que deberá enfrentarse a un para nada convencional primer día de trabajo. Jimmy Conway es un peligroso convicto que se acaba de fugar de la cárcel y se dirige a Red Hill para sembrar el terror y vengarse de aquellos que lo encarcelaron.
Red Hill tiene claras influencias y paralelismos con películas como El Jinete Pálido de Eastwood o Training Day. En primer lugar, Conway es un asesino rodeado de misterio, oscuro, silencioso y por momentos casi sobrenatural. El hecho de que no pronuncie una sola palabra mientras dispara a sangre fría a sus víctimas y que no conozcamos cual es el motivo de su venganza, consigue mantenernos a la espectativa hasta el final. Por otro lado, la película se desarrolla a lo largo de un solo día y el inocente pero bien intencionado novato tendrá que elegir entre tomar las riendas de la situación o convertirse en una víctima más.
El apartado estético ha sido tratado con un gusto exquisito. Desde la impecable fotografía, con un excepcional formato Cinemascope, hasta la elección de las localizaciones pasando por la banda sonora y los decorados, todos los elementos han sido cuidados al detalle. Absolutamente loable si tenemos en cuenta que el filme ha sido financiado íntegramente por el director, quien ha tenido que llegar a hipotecar su casa para conseguir los fondos. Nada de subvenciones gubernamentales ni el respaldo de una distribuidora durante la fase de rodaje. Tomen nota.
Además del ya mencionado Ryan Kwanten, el reparto cuenta con Tommy Lewis y un veterano del cine australiano, Steve Bisley (Mad Max). Partiendo de un guión sólido, como es el caso, los actores solo tienen que dejarse llevar por el ritmo narrativo. La trama de venganza se va abriendo paso hasta el esperado clímax, con duelo de gatillos veloces incluido. Se trata de una historia áspera, de violencia seca, pero no falta de esperanza e incluso se permite algunos toques de humor. El resultado del conjunto no defrauda en absoluto. Si bien es cierto que es difícil hacer algo totalmente novedoso en un género tan trillado como el del western, Red Hill aprueba holgadamente y no se limita al simple homenaje o una colección de referencias.
En definitiva, al igual que The Loved Ones, una buena muestra de que el cine australiano tiene interesantes producciones perfectamente aptas para la exportación. Su estreno en Estados Unidos está previsto para el 5 de Noviembre pero todavía no hay fecha para nuestro país. Esperemos que en Europa Red Hill no quede relegada únicamente a los festivales de cine.
Nacionalidad: Australia, 2010
Director: Patrick Hughes
Interpretes: Ryan Kwanten, Steve Bisley, Tommy Lewis
El western, en su etapa madura, es para mi uno de los géneros más interesantes pues sus personajes son ricos en matices. Los buenos no son completamente buenos ni los malos totalmente malos. Eso da profundidad a la narración, pues en el mundo real tampoco se dan los terminos absolutos sino que existen una infinidad de tonalidades.
Por ello, Red Hill era para mi una de las películas más esperadas de la última edición del festival de cine de Sitges. Se trata del extraordinario debut del australiano Patrick Hughes. Este australiano escribe y dirige una imprescindible cinta que combina con destreza elementos del western crepuscular y el thriller más oscuro. Red Hill nos sitúa en una Australia rural anclada en el pasado, donde el conservador sheriff Bill aplica su propia ley. Ryan Kwanten, más conocido por sus apariciones en True Blood, interpreta a Shane Cooper, un agente de policía recién trasladado que deberá enfrentarse a un para nada convencional primer día de trabajo. Jimmy Conway es un peligroso convicto que se acaba de fugar de la cárcel y se dirige a Red Hill para sembrar el terror y vengarse de aquellos que lo encarcelaron.
Red Hill tiene claras influencias y paralelismos con películas como El Jinete Pálido de Eastwood o Training Day. En primer lugar, Conway es un asesino rodeado de misterio, oscuro, silencioso y por momentos casi sobrenatural. El hecho de que no pronuncie una sola palabra mientras dispara a sangre fría a sus víctimas y que no conozcamos cual es el motivo de su venganza, consigue mantenernos a la espectativa hasta el final. Por otro lado, la película se desarrolla a lo largo de un solo día y el inocente pero bien intencionado novato tendrá que elegir entre tomar las riendas de la situación o convertirse en una víctima más.
El apartado estético ha sido tratado con un gusto exquisito. Desde la impecable fotografía, con un excepcional formato Cinemascope, hasta la elección de las localizaciones pasando por la banda sonora y los decorados, todos los elementos han sido cuidados al detalle. Absolutamente loable si tenemos en cuenta que el filme ha sido financiado íntegramente por el director, quien ha tenido que llegar a hipotecar su casa para conseguir los fondos. Nada de subvenciones gubernamentales ni el respaldo de una distribuidora durante la fase de rodaje. Tomen nota.
Además del ya mencionado Ryan Kwanten, el reparto cuenta con Tommy Lewis y un veterano del cine australiano, Steve Bisley (Mad Max). Partiendo de un guión sólido, como es el caso, los actores solo tienen que dejarse llevar por el ritmo narrativo. La trama de venganza se va abriendo paso hasta el esperado clímax, con duelo de gatillos veloces incluido. Se trata de una historia áspera, de violencia seca, pero no falta de esperanza e incluso se permite algunos toques de humor. El resultado del conjunto no defrauda en absoluto. Si bien es cierto que es difícil hacer algo totalmente novedoso en un género tan trillado como el del western, Red Hill aprueba holgadamente y no se limita al simple homenaje o una colección de referencias.
En definitiva, al igual que The Loved Ones, una buena muestra de que el cine australiano tiene interesantes producciones perfectamente aptas para la exportación. Su estreno en Estados Unidos está previsto para el 5 de Noviembre pero todavía no hay fecha para nuestro país. Esperemos que en Europa Red Hill no quede relegada únicamente a los festivales de cine.
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domingo, 24 de octubre de 2010
Sitges 2010: The Last Exorcism
Título original: The Last Exorcism
Nacionalidad: USA, 2010
Director: David Stamm
Interpretes: Patrick Fabian, Ashley Bell, Iris Bahr
El estreno de The Blair Witch Project en 1999 supuso, indiscutiblemente, un punto de inflexión en el género. Descubrimos que era posible rodar una película de terror con un presupuesto ajustadísimo sin caer en la caspa habitualmente asociada a las producciones low cost. Desde entonces han sido muchos los directores que han explotado la misma fórmula. La técnica que un dia fue novedosa y consiguió acercar el miedo al espectador, se ha convertido en algo rancio y caduco en los últimos tiempos. ¿Realmente a alguien le pareció que [Rec] y su secuela estaban a la altura de lo que se predicaba? ¿Era necesario su correspondiente remake norteamericano, Quarantine? Por suerte, justo cuando pensabamos que el falso documental ya no tenía nada más que aportar al género, llega The Last Exorcism para hacernos cambiar de idea.
Pese a los avances culturales y científicos, las supuestas posesiones diabólicas y sus correspondientes exorcismos no sólo siguen de plena actualidad en pleno siglo XXI sino que se ha registrado un considerable aumento de casos. El mismísimo Vaticano ha tomado cartas en el asunto, formando a cientos de sacerdotes como exorcistas. ¿Estamos ante un preocupante aumento del fanatismo religioso más radical? ¿Se trata de una reacción propia de la ignorancia? ¿Son estos exorcismos pura charlatanería o existe una mínima posibilidad de un componente sobrenatural en estos asuntos? Este es el punto de partida de la película escrita a cuatro manos por Huck Botko y Andrew Gurland (Mail Order Wife).
Patrick Fabian interpreta al reverendo Cotton Marcus. Un carismático embaucador que se gana la vida con los fraudulentos rituales de exorcismo que realiza por toda Luisiana. Marcus perdió su fe hace tiempo, pero aún le queda algo de ética. Tras años de patrañas, decide exponer toda la verdad antes las cámaras de televisión, revelando todos sus trucos. Su particular forma de expiación consistirá en hacer que el equipo de reporteros le acompañe durante la ejecución de lo que debe ser su último exorcismo. Al llegar a la granja de los Sweetzer, el reverendo y el equipo de rodaje se verán inmersos en una espiral de acontecimientos que les hará replantear por completo sus creencias. Lo que parece el planteamiento de otra aburrida película sobre el tema y la enésima copia barata de El Exorcista, es en realidad el incidente incitador de un guión absolutamente redondo.
Aparentemente un mockumentary acerca de los ingeniosos métodos de Marcus y su imparable verborrea, pronto se transforma en una historia de verdadero horror. Una historia que, enfocada desde un punto de vista escéptico, se mueve en todo momento entre los límites de lo razonable y lo sobrenatural. Una de las cosas que hace grande a The Last Exorcism, es que pese a tocar un tema tan trillado, consigue que el espectador jamás pueda adelantarse a lo que va a suceder a continuación. Hacia mucho tiempo que una película de terror no me provocaba tal grado de inquietud, esperando ansiosamente una resolución. Una vez arranca la acción ya no hay vuelta atrás; la intensidad aumentará en un crescendo imparable que nos clavará a la butaca hasta el último minuto.
Desde luego ayudan mucho unas interpretaciones de calidad. Patrick Fabian consigue que en apenas unos minutos conectemos totalmente con su personaje, cosa que le ha merecido el premio a mejor actor en la presente edición del festival. Ashley Bell (Stay Cool) juega un rol determinante para conseguir la verosimilitud que transmite el filme. Nada de efectos de maquillaje; todas las posturas imposibles que se marca la supuesta posesa, son realizadas sin trampa ni cartón por la joven actriz. Su habilidad para dislocarse el cuello pondrá los pelos de punta a más de uno, garantizado.
En gran parte el resultado de las actuaciones ha sido gracias a las exigencias marcadas por el alemán David Stamm que ya dirigió A Necessary Death en el 2008. En el ajo anda metido como productor Eli Roth (Death Proof, Inglorious Basterds), responsable de la saga Hostel y amiguete de Tarantino. Tranquilos, nada de excesivo mal gusto en The Last Exorcism. Más bien al contrario, un buen ejemplo de ese terror que hay que recuperar, el que estremece con algo más que sustos previsibles y maquillaje, el que consigue plantar la semilla de la duda en nuestra cabeza, el que hace que horas e incluso días después sigamos dando vueltas acerca de lo que hemos visto.
El 19 de Noviembre se estrena en cines de todo el país.
No la vayan a ver solos.
Nacionalidad: USA, 2010
Director: David Stamm
Interpretes: Patrick Fabian, Ashley Bell, Iris Bahr
El estreno de The Blair Witch Project en 1999 supuso, indiscutiblemente, un punto de inflexión en el género. Descubrimos que era posible rodar una película de terror con un presupuesto ajustadísimo sin caer en la caspa habitualmente asociada a las producciones low cost. Desde entonces han sido muchos los directores que han explotado la misma fórmula. La técnica que un dia fue novedosa y consiguió acercar el miedo al espectador, se ha convertido en algo rancio y caduco en los últimos tiempos. ¿Realmente a alguien le pareció que [Rec] y su secuela estaban a la altura de lo que se predicaba? ¿Era necesario su correspondiente remake norteamericano, Quarantine? Por suerte, justo cuando pensabamos que el falso documental ya no tenía nada más que aportar al género, llega The Last Exorcism para hacernos cambiar de idea.
Pese a los avances culturales y científicos, las supuestas posesiones diabólicas y sus correspondientes exorcismos no sólo siguen de plena actualidad en pleno siglo XXI sino que se ha registrado un considerable aumento de casos. El mismísimo Vaticano ha tomado cartas en el asunto, formando a cientos de sacerdotes como exorcistas. ¿Estamos ante un preocupante aumento del fanatismo religioso más radical? ¿Se trata de una reacción propia de la ignorancia? ¿Son estos exorcismos pura charlatanería o existe una mínima posibilidad de un componente sobrenatural en estos asuntos? Este es el punto de partida de la película escrita a cuatro manos por Huck Botko y Andrew Gurland (Mail Order Wife).
Patrick Fabian interpreta al reverendo Cotton Marcus. Un carismático embaucador que se gana la vida con los fraudulentos rituales de exorcismo que realiza por toda Luisiana. Marcus perdió su fe hace tiempo, pero aún le queda algo de ética. Tras años de patrañas, decide exponer toda la verdad antes las cámaras de televisión, revelando todos sus trucos. Su particular forma de expiación consistirá en hacer que el equipo de reporteros le acompañe durante la ejecución de lo que debe ser su último exorcismo. Al llegar a la granja de los Sweetzer, el reverendo y el equipo de rodaje se verán inmersos en una espiral de acontecimientos que les hará replantear por completo sus creencias. Lo que parece el planteamiento de otra aburrida película sobre el tema y la enésima copia barata de El Exorcista, es en realidad el incidente incitador de un guión absolutamente redondo.
Aparentemente un mockumentary acerca de los ingeniosos métodos de Marcus y su imparable verborrea, pronto se transforma en una historia de verdadero horror. Una historia que, enfocada desde un punto de vista escéptico, se mueve en todo momento entre los límites de lo razonable y lo sobrenatural. Una de las cosas que hace grande a The Last Exorcism, es que pese a tocar un tema tan trillado, consigue que el espectador jamás pueda adelantarse a lo que va a suceder a continuación. Hacia mucho tiempo que una película de terror no me provocaba tal grado de inquietud, esperando ansiosamente una resolución. Una vez arranca la acción ya no hay vuelta atrás; la intensidad aumentará en un crescendo imparable que nos clavará a la butaca hasta el último minuto.
Desde luego ayudan mucho unas interpretaciones de calidad. Patrick Fabian consigue que en apenas unos minutos conectemos totalmente con su personaje, cosa que le ha merecido el premio a mejor actor en la presente edición del festival. Ashley Bell (Stay Cool) juega un rol determinante para conseguir la verosimilitud que transmite el filme. Nada de efectos de maquillaje; todas las posturas imposibles que se marca la supuesta posesa, son realizadas sin trampa ni cartón por la joven actriz. Su habilidad para dislocarse el cuello pondrá los pelos de punta a más de uno, garantizado.
En gran parte el resultado de las actuaciones ha sido gracias a las exigencias marcadas por el alemán David Stamm que ya dirigió A Necessary Death en el 2008. En el ajo anda metido como productor Eli Roth (Death Proof, Inglorious Basterds), responsable de la saga Hostel y amiguete de Tarantino. Tranquilos, nada de excesivo mal gusto en The Last Exorcism. Más bien al contrario, un buen ejemplo de ese terror que hay que recuperar, el que estremece con algo más que sustos previsibles y maquillaje, el que consigue plantar la semilla de la duda en nuestra cabeza, el que hace que horas e incluso días después sigamos dando vueltas acerca de lo que hemos visto.
El 19 de Noviembre se estrena en cines de todo el país.
No la vayan a ver solos.
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martes, 19 de octubre de 2010
Extrañas Conspiraciones
De aquí a unos días se cumplirán exactamente ocho años, pero recuerdo con absoluta claridad la noche que conocí a Álvaro Ortiz. Un pequeño grupo de gente nos encontrábamos en uno de los accesos traseros al Pavelló de la Vall d'Hebron. Moby y su banda acababan de dar un magnífico concierto y estábamos esperando la oportunidad de obtener algunos autógrafos o fotos. Después de helarnos los riñones durante más de tres horas y comprobar que el señor Richard Melville Hall prefería pasar la noche con jovencitas puestas de cocaína antes que salir a estrechar la mano de los que han comprado sus discos y han pagado por verle en directo, decidimos largarnos de allí.
Por aquel entonces Álvaro estaba en el Salón del Manga y presentaba la versión original de Julia y el Verano Muerto. Eso fue bastante antes de su exitoso remake para Ediciones Ponent. En todo este tiempo, el señor Ortiz se ha profesionalizado y su lápiz [ahora tableta gráfica] ha realizado una infinidad de ilustraciones, carteles, tiras y por supuesto tebeos. Incluso en ciertas ocasiones nuestras pasiones creativas se han cruzado y ha dibujado para algunos de mis proyectos musicales. Efectivamente, además de dibujar, siente gran devoción por la música y entre sus discos podemos encontrar desde los Smashing Pumpkins a los Beastie Boys pasando por Deftones y Sigur Ros. Tampoco se olvida de la escena indie y post-hardcore nacional; pudiendo encontrarse con él en la legendaria sala Arrebato de Zaragoza o en cualquier edición del Primavera Sound.
Tengo la terrible certeza de que en aquel concierto de Moby, éramos otras personas. Maldita sea, como pasa el tiempo. Pero creo que de alguna forma, mantenemos una conexión entre lo que somos y lo que fuimos. Es precisamente eso lo que hace que puedas reencontrarte con viejos amigos y tener la contradictoria pero reconfortante impresión de que las cosas han cambiado pero todo sigue igual. A pesar del tiempo y la distancia.
Que mejor ocasión para un reencuentro, que la inauguración de su exposición Extrañas Conspiraciones. Una colección de ilustraciones que como el mismo dice, no están al servicio de nada. Han sido creadas sin un uso específico, sin función aparente. Algo ciertamente extraño. Bien sea para contar una historia de forma gráfica o para plasmar los recuerdos de sus viajes en su libreta Moleskin, sus ilustraciones siempre han tenido un cometido. ¿Que clase de conspiración se oculta tras este aparente giro en la concepción de sus imágenes?
Lo pueden averiguar del 20 de Octubre al 7 de Noviembre en Miscelanea, lugar clave dentro del mapa de lo cool en Barcelona.
Miscelanea | Guardia, 10 | 08001 Barcelona | Metro L3 Drassanes
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lunes, 18 de octubre de 2010
Sitges 2010: The Pack
Título original: Le Meute
Nacionalidad: Francia-Bélgica, 2010
Dirección: Franck Richard
Reparto: Yolande Moreau, Émilie Dequenne, Benjamin Biolay, Philippe Nahon
Un soplo de aire fresco. Así se siente The Pack, la primera película del guionista y director Franck Richard. El debutante galo llega dispuesto a romper con tendencias estilísticas de la llamada nueva ola del terror francés. Ese tipo de cine es realmente insoportable para mi, afirma. Aprovecho para indicar que a mi también me parece insoportable, salvo algunas excepción como La Horde. Al ver este filme, rápidamente nos damos cuenta de que no busca incomodar al espectador mostrando torturas gratuitas. Todo lo contrario, pretende ser una película de terror a la antigua usanza proporcionando buen entretenimiento para el público.
Rodada en Bélgica, The Pack cuenta la singular historia de Charlotte, una chica dura y solitaria que viaja sin rumbo hasta que conoce a Max, un autoestopista. Pronto paran en un bar de carretera para tomar café y tras ser acosados por un grupo de moteros, Max desaparecerá misteriosamente. Charlotte decide ir en su busca y terminará descubriendo el escalofriante secreto que oculta La Spack, la propietaria del bar. Es una película de terror con sabor clásico, que mezcla de forma interesante dos temáticas habituales del cine de género; Psicópatas y muertos vivientes.
La estética de la película tiene ese aspecto mugriento de referentes como La Matanza de Texas. La fotografía, que corre a cargo de Laurent Barès (Frontiers, À l'intérieur), es sucia, deprimente, con colores apagados. Una ambientación lúgubre con madera vieja, tierra seca, luna llena, viento sibilante, herramientas oxidadas... Un detalle curioso es que no encontramos ningún elemento de color rojo salvo la sangre. La banda sonora es de una importancia vital para Franck Richard y así lo demuestra incluyendo a grupos franceses de rock independiente, metal y hardcore. Pero quizás lo más sorprendente es que parte de la banda sonora original está firmada por Chris Spencer, el líder del mítico grupo neoyorquino Unsane.
Yolande Moreau (Amélie) y Émilie Dequenne (The Girl on the Train) están realmente bien en sus interpretaciones, especialmente teniendo en cuenta que se trata de actrices más conocidas por su faceta dramática. Aportando el contrapunto cómico encontramos a Phillipe Nahon, que gracias a su peculiar aspecto ha sido siempre una buena opción para interpretar a personajes atípicos. Abanderados de la nueva generación de cineastas franceses tales como Alexandre Aja y Gaspar Noé, han contado con el para sus películas.
Atención a los sutiles guiños pop como la máquina recreativa de Ghosts 'n' Goblins, las patatas fritas con mayonesa o el chiste de los internos en el pabellón psiquiátrico y el gato. Totalmente recomendada.
Nacionalidad: Francia-Bélgica, 2010
Dirección: Franck Richard
Reparto: Yolande Moreau, Émilie Dequenne, Benjamin Biolay, Philippe Nahon
Un soplo de aire fresco. Así se siente The Pack, la primera película del guionista y director Franck Richard. El debutante galo llega dispuesto a romper con tendencias estilísticas de la llamada nueva ola del terror francés. Ese tipo de cine es realmente insoportable para mi, afirma. Aprovecho para indicar que a mi también me parece insoportable, salvo algunas excepción como La Horde. Al ver este filme, rápidamente nos damos cuenta de que no busca incomodar al espectador mostrando torturas gratuitas. Todo lo contrario, pretende ser una película de terror a la antigua usanza proporcionando buen entretenimiento para el público.
Rodada en Bélgica, The Pack cuenta la singular historia de Charlotte, una chica dura y solitaria que viaja sin rumbo hasta que conoce a Max, un autoestopista. Pronto paran en un bar de carretera para tomar café y tras ser acosados por un grupo de moteros, Max desaparecerá misteriosamente. Charlotte decide ir en su busca y terminará descubriendo el escalofriante secreto que oculta La Spack, la propietaria del bar. Es una película de terror con sabor clásico, que mezcla de forma interesante dos temáticas habituales del cine de género; Psicópatas y muertos vivientes.
La estética de la película tiene ese aspecto mugriento de referentes como La Matanza de Texas. La fotografía, que corre a cargo de Laurent Barès (Frontiers, À l'intérieur), es sucia, deprimente, con colores apagados. Una ambientación lúgubre con madera vieja, tierra seca, luna llena, viento sibilante, herramientas oxidadas... Un detalle curioso es que no encontramos ningún elemento de color rojo salvo la sangre. La banda sonora es de una importancia vital para Franck Richard y así lo demuestra incluyendo a grupos franceses de rock independiente, metal y hardcore. Pero quizás lo más sorprendente es que parte de la banda sonora original está firmada por Chris Spencer, el líder del mítico grupo neoyorquino Unsane.
Yolande Moreau (Amélie) y Émilie Dequenne (The Girl on the Train) están realmente bien en sus interpretaciones, especialmente teniendo en cuenta que se trata de actrices más conocidas por su faceta dramática. Aportando el contrapunto cómico encontramos a Phillipe Nahon, que gracias a su peculiar aspecto ha sido siempre una buena opción para interpretar a personajes atípicos. Abanderados de la nueva generación de cineastas franceses tales como Alexandre Aja y Gaspar Noé, han contado con el para sus películas.
Atención a los sutiles guiños pop como la máquina recreativa de Ghosts 'n' Goblins, las patatas fritas con mayonesa o el chiste de los internos en el pabellón psiquiátrico y el gato. Totalmente recomendada.
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jueves, 14 de octubre de 2010
Sitges 2010: Rubber
Título Original: Rubber
Nacionalidad: Francia, 2010
Dirección: Quentin Dupieux
Reparto: Stephen Spinella, Roxane Mesquida, Jack Plotnick, Wings Hauser
The film you're about to see is an homage to the 'No reason'.
The most powerful element of style.
Estas palabras forman parte de la magistral introducción de Rubber, una de las películas más comentadas en Sitges y que ya causó furor en la última edición del festival de Cannes. Quentin Dupieux, más conocido por su alter ego electrónico Mr. Oizo, escribe, dirige y edita esta inclasificable cinta que narra las peripecias de un malvado neumático con poderes psíquicos. Dupieux también compone la banda sonora original junto con su amigo Gaspard Augé de Justice.
¿Entonces, es Rubber un thriller? ¿Una comedia, quizás? ¿Simplemente un ejercicio de estilo? Lo cierto es que es un poco de todo. A priori esto puede parecer algo negativo; un filme que intenta abarcar diversos géneros requiere de mucho tacto y medida para que el resultado final sea satisfactorio. Se hace difícil describir Rubber, es realmente una de esas películas que hay que ver. La comparación más próxima que se me ocurre para intentar definirla es que se imaginen una comedia dirigida por David Lynch. De hecho, es evidente que estilísticamente Rubber es deudora de la obra de Lynch, sólo que mucho más entretenida y retorcidamente divertida.
Un viejo neumático tirado en medio del desierto, de repente cobra vida ante la atónita mirada de unos espectadores que observan desde la distancia con sus prismáticos. ¿Por que razón un neumático? ¿Tiene algún sentido que haya gente contemplando tal acontecimiento? La vida está llena de sin sentidos. Por eso nos gusta el cine y las novelas, porque en la ficción todo suele ocurrir por algún motivo. Toda acción, toda decisión que tomen los personajes, cada palabra... parece llevarles irremediablemente hacia un único final. De forma que cuando termine la película pensemos que todo encaja y que tal como ha sucedido todo, no había otro final posible. Pero sabemos que el mundo no es así. La realidad está dominada por la falta de sentido. A algunas personas les asusta este hecho y necesitan recurrir a conceptos como el destino o el determinismo.
Pero en raras ocasiones, nos encontramos con unos pocos cineastas que rompen las normas y entran en el terreno del absurdo, de lo surreal e inexplicable. Al fin y al cabo, la definición tradicional nos dice que la única función del arte es existir. Una creación autoreferente. En ese sentido, Dupieux destroza las convenciones cinematográficas y convierte este largometraje en una pieza de puro arte. Es especialmente interesante el hecho de que Rubber se puede considerar un análisis del cine dentro del cine, como ya hiciera Jean-Luc Godard. La irónica forma en la que se critica las expectativas del público, constituye uno de los ejes centrales de la película. Los espectadores dentro de la película no son sino un reflejo de los espectadores de la película en si, los que están fuera de la pantalla.
Los efectos de movimiento autónomo del peculiar protagonista están realmente logrados. Para la ocasión no se ha recurrido a efectos digitales sino que toda el rodaje ha sido realizado cuadro a cuadro para posteriormente montar los fotogramas convenientemente. Las actuaciones, brillantes. Stephen Spinella simplemente genial, junto a un esperpéntico Jack Plotnick, hará las delicias de los aficionados al humor absurdo. Roxane Mesquida, aunque prácticamente carece de diálogos, funciona espléndidamente como el objeto de obsesión por parte de la rueda asesina y de hecho protagoniza un guiño a Psicosis durante una escena.
Definitivamente, Rubber es algo a tener en cuenta y me arriesgo a decir que es una claro candidato para llevarse algún premio en el festival. ¿Por que? No reason.
Nacionalidad: Francia, 2010
Dirección: Quentin Dupieux
Reparto: Stephen Spinella, Roxane Mesquida, Jack Plotnick, Wings Hauser
The film you're about to see is an homage to the 'No reason'.
The most powerful element of style.
Estas palabras forman parte de la magistral introducción de Rubber, una de las películas más comentadas en Sitges y que ya causó furor en la última edición del festival de Cannes. Quentin Dupieux, más conocido por su alter ego electrónico Mr. Oizo, escribe, dirige y edita esta inclasificable cinta que narra las peripecias de un malvado neumático con poderes psíquicos. Dupieux también compone la banda sonora original junto con su amigo Gaspard Augé de Justice.
¿Entonces, es Rubber un thriller? ¿Una comedia, quizás? ¿Simplemente un ejercicio de estilo? Lo cierto es que es un poco de todo. A priori esto puede parecer algo negativo; un filme que intenta abarcar diversos géneros requiere de mucho tacto y medida para que el resultado final sea satisfactorio. Se hace difícil describir Rubber, es realmente una de esas películas que hay que ver. La comparación más próxima que se me ocurre para intentar definirla es que se imaginen una comedia dirigida por David Lynch. De hecho, es evidente que estilísticamente Rubber es deudora de la obra de Lynch, sólo que mucho más entretenida y retorcidamente divertida.
Un viejo neumático tirado en medio del desierto, de repente cobra vida ante la atónita mirada de unos espectadores que observan desde la distancia con sus prismáticos. ¿Por que razón un neumático? ¿Tiene algún sentido que haya gente contemplando tal acontecimiento? La vida está llena de sin sentidos. Por eso nos gusta el cine y las novelas, porque en la ficción todo suele ocurrir por algún motivo. Toda acción, toda decisión que tomen los personajes, cada palabra... parece llevarles irremediablemente hacia un único final. De forma que cuando termine la película pensemos que todo encaja y que tal como ha sucedido todo, no había otro final posible. Pero sabemos que el mundo no es así. La realidad está dominada por la falta de sentido. A algunas personas les asusta este hecho y necesitan recurrir a conceptos como el destino o el determinismo.
Pero en raras ocasiones, nos encontramos con unos pocos cineastas que rompen las normas y entran en el terreno del absurdo, de lo surreal e inexplicable. Al fin y al cabo, la definición tradicional nos dice que la única función del arte es existir. Una creación autoreferente. En ese sentido, Dupieux destroza las convenciones cinematográficas y convierte este largometraje en una pieza de puro arte. Es especialmente interesante el hecho de que Rubber se puede considerar un análisis del cine dentro del cine, como ya hiciera Jean-Luc Godard. La irónica forma en la que se critica las expectativas del público, constituye uno de los ejes centrales de la película. Los espectadores dentro de la película no son sino un reflejo de los espectadores de la película en si, los que están fuera de la pantalla.
Los efectos de movimiento autónomo del peculiar protagonista están realmente logrados. Para la ocasión no se ha recurrido a efectos digitales sino que toda el rodaje ha sido realizado cuadro a cuadro para posteriormente montar los fotogramas convenientemente. Las actuaciones, brillantes. Stephen Spinella simplemente genial, junto a un esperpéntico Jack Plotnick, hará las delicias de los aficionados al humor absurdo. Roxane Mesquida, aunque prácticamente carece de diálogos, funciona espléndidamente como el objeto de obsesión por parte de la rueda asesina y de hecho protagoniza un guiño a Psicosis durante una escena.
Definitivamente, Rubber es algo a tener en cuenta y me arriesgo a decir que es una claro candidato para llevarse algún premio en el festival. ¿Por que? No reason.
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miércoles, 13 de octubre de 2010
Sitges 2010: Chatroom
Título original: Chatroom
Nacionalidad: Reino Unido, 2010
Dirección: Hideo Nakata
Reparto: Aaron Johnson, Imogen Poots, Hannah Murray
Es evidente que una de las películas que han despertado más interés en el festival de cine de Sitges de este año, es Chatroom de Hideo Nakata. En unas pocas horas se vendieron todas las entradas para el pase en el cine Prado del último filme de este nipón que ya dirigió Ringu, la cual se convirtió en un fenómeno de culto dando lugar al remake norteamericano y marcó el advenimiento del cine de género japonés. Ha pasado ya más de una década desde entonces y si bien en aquel momento el elemento incitador era una cinta de vídeo maldita, ahora lo son las redes sociales y los chats. Ringu apareció durante la cúspide del VHS como formato, prácticamente toda familia del mundo desarrollado tenía un par de aparatos en casa para poder ver vídeos tanto en el salón como en la habitación. Los chavales podían encerrarse en su cuarto con su televisor y el vídeo, de una forma no muy diferente a la que ahora lo hacen con su ordenador y la conexión a internet. Es importante fijarnos en este paralelismo, pues nos lleva a pensar que en estas dos obras de Nakata existe una idea de fondo en común.
En los últimos tiempos hemos podido ver como Internet no es un lugar donde llenar nuestra falta de auténticas emociones. Los verdaderas relaciones, los verdaderos sentimientos, siempre estarán ahí fuera y no en un mundo virtual. En cambio la comodidad del anonimato y la aparente libertad de contenidos ha actuado como catalizador para la parte más oscura del ser humano. Existe la creencia de que si no hubiesen consecuencias a las que enfrentarnos cuando cometemos acciones cuestionables o ilegales en la vida real, aflorarían patrones de conducta psicopática entre la población. Patrones que habrían permanecido inhibidos de forma subconsciente. Pero la red refleja sin filtros lo que realmente se esconde en los lúgubres rincones de la mente humana.
Desde la gente que descarga su rabia hiriendo o incluso arruinando la vida de personas en foros y redes sociales hasta los casos más extremos y macabros como la venta de órganos, los pactos de suicidio, el canibalismo consentido o la contratación de asesinos a sueldo. Por supuesto sin olvidar la publicación de vídeos de asesinatos, suicidios, imágenes grotescas de accidentes y la proliferación de una pornografía cada vez más retorcida y extrema.
Tomando todo esto como base, surge Chatroom. El guión de Enda Walsh, que fué adaptado de su propia obra de teatro, nos presenta a cinco adolescentes británicos que prefieren pasarse el día frente al teclado en lugar de cultivar verdaderas relaciones. Estos se conocerán y formaran su propio círculo de amigos virtuales, entrando en los sectores menos recomendables de Internet. Jim posee el carácter más débil del grupo; se trata de un chico no especialmente afortunado en la vida y será el blanco de ataques con consecuencias fatales en la vida real si los demás no hacen nada para evitarlo.
Posiblemente el aspecto a destacar de la película es su estética y la forma de representar el mundo virtual de los chats. Desde luego sería muy aburrida una película donde la mayor parte del diálogo tuviese lugar en un chat y se nos mostrara a gente tecleando y mirando un monitor durante hora y media. Chatroom resuelve este problema mediante un estilo visual impactante y atractivo, con una colorista representación física de las salas de chat. Esta emocionante realidad virtual contrasta con las tonalidades grises que bañan la cinta durante las escenas que tienen lugar en el mundo real. Un recurso bien llevado que tiene un claro simbolismo para referirse a la realidad como aburrida y monocromática en contraste con la chispeante red.
El mayor problema de la película es que se toma demasiado tiempo en introducirnos a los personajes y su mundo virtual. La emoción y la intriga no empiezan hasta casi la mitad de la película, lo que repercute de forma negativa en el ritmo narrativo. Cuidado, a pesar del historial de Nakata, Chatroom no se puede clasificar en absoluto como película de terror, que nadie se confunda. Más bien se trata de un drama adolescente con tintes de thriller.
El reparto cuenta con la nueva generación de actores británicos incluyendo a Hannah Murray y Daniel Kaluuya, protagonistas del éxito televisivo Skins. También encontramos a Imogen Poots, conocida por su aparición en V for Vendetta y 28 Weeks Later. Las actuaciones no son nada del otro mundo, aún falta tiempo para que estos chicos se liberen del lastre de sus anteriores papeles y adopten una mayor versatilidad de registros, pero cumplen de forma suficiente. Destaca Aaron Johnson en el papel de William, acaparando prácticamente la totalidad de la carga dramática.
En conclusión, una película entretenida aunque no se libra de algunos clichés y personajes algo estereotipados a pesar del extenso tiempo dedicado a su presentación. Quizás su reflexión llega algo tarde y suena a moralina, pero no por ello merece ser obviada; ¿Que hacen los chavales frente al ordenador cuando se pasan todo el día encerrados tras la puerta de su habitación?
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viernes, 2 de julio de 2010
El sentido de todo
Hacía tiempo que no escribía nada; en ocasiones hay que saber desconectar un poco. Ya saben, dejar airear el vino y reposar las ideas. Recientemente en cierto foro se debatía acerca del sentido de la vida, el sumo interrogante de nuestra existencia. Intenté mantenerme al margen para evitar caer en lugares comunes y hablar de ello como si nunca antes alguien hubiese expresado esas mismas ideas, pero el continuo goteo de opiniones absolutamente superficiales o excesivamente inocentes acerca del tema, me empujó a participar. A pesar de todo, ya no me sorprende para nada vivir en un mundo donde lo que mantiene viva a la humanidad es jugar a videojuegos, machacarse en el gimnasio, quedar con la parienta o emborracharse en las noches de verano.
Ya que mi pequeño escrito, improvisado sobre la marcha, mereció algunas palmaditas en la espalda, me he decidido a publicarlo en el Departamento de Criptoacústica. Disculpen las formas y la ortografía, lo he reproducido sin alterar ni una coma para preservar la frescura de la exposición.
La verdad es que he llegado a la conclusión que lo de estudiar, labrarse un futuro, casarse, tener hijos etc etc... no responde a satisfacciones personales sino mera supervivencia del individuo dentro del conjunto de la sociedad; desde pequeños ya nos moldean para ser un diente anónimo dentro de un engranaje de la inmensa maquinaria.
La mayoria de la gente se levanta por las mañanas porque tiene obligaciones que cumplir; unos estudios, un trabajo, ocuparse de los hijos o hacer las tareas domésticas. Dudo muchísimo que este tipo de obligaciones, de las cuales la vida esta repleta, llenen a nadie. En este mundo tu (hasta cierto punto) eliges si quieres currar en McDonald's o ser ingeniero, pero la triste realidad es que el segundo no se diferencia mucho del primero en cuanto a realización personal se refiere.
Lo dice alguien que ha intentado buscar buena parte de su realización mediante los estudios e intentar progresar en un empleo, sólo para terminar descubriendo que aunque te puede llenar en determinados momentos sentirte útil en esta sociedad, estar bajo el yugo de otros no es exactamente el mejor camino para obtener satisfacción personal.
Basar tu felicidad exclusivamente en otra persona, es decir en nuestra relación de pareja, también me parece poco acertado. Es un error depender emocionalmente de otras personas. La vida es mejor en compañia, es evidente, pero hay que saber valorarse a uno mismo, ser independiente y ser capaz de encontrar la motivación en uno mismo. Si sabemos luchar solos, tanto mejor será si alguien nos acompaña durante parte del camino. Y digo parte porque las personas van y vienen, nada es para siempre, ni amistades ni parejas.
Tampoco creo que el sentido de esta vida sea un simple paso hacia una vida mejor y eterna en otro plano, ni que todo se deba reducir a la reproducción para la supervivencia de la especie. Que el único objetivo de todo sea reproducirse indefinidamente para transferir nuestros genes, es como mantener en marcha un motor que no mueve nada ni conduce a ninguna parte, cuya única razón de alimentarlo es perpetuar su funcionamiento a ralentí.
Creo entonces que el sentido es crecer como persona, aprender, instruirse (no para obtener un título y prosperar laboralmente, sino por puro crecimiento intelectual) en todas aquellas materias que nos resulten interesantes, desarrollar las capacidades creativas mediante una o varias disciplinas artísticas y plasmando nuestras ideas y sentimientos. Sólo mediante los actos creativos podemos superar nuestras propias limitaciones, y es a través de estos que parte de lo que somos puede perdurar en el tiempo.
El conectar con otras personas, el dejar huella en otros (así como las relaciones con los demás también nos moldean), es otro de los verdaderos alicientes de esta existencia. Compartir momentos, música, ideas... es ciertamente gratificante.
Las relaciones que enriquecen mutuamente a sus participantes, el amor por el conocimiento y por los actos creativos de cualquier tipo son esenciales para mantener en marcha el espíritu dinámico del ser humano. Esos momentos puntuales son los que dan verdadero sentido a la vida, todo lo demás es relleno, paja, nimiedades cotidianas que con el tiempo se olvidan rápidamente. Si analizais vuestros recuerdos os dareis cuenta que ni siquiera podeis recordar los detalles de una jornada laboral cualquiera de las últimas semanas, pero podeis recordar perfectamente y con todos sus colores aquellos días en los que lograsteis algo grande, aunque haya sido hace muchos años.
Se puede decir por lo general que la vida es absoluta oscuridad iluminada por los destellos puntuales de esos grandes momentos.
Vivimos por y para esos destellos.
Ya que mi pequeño escrito, improvisado sobre la marcha, mereció algunas palmaditas en la espalda, me he decidido a publicarlo en el Departamento de Criptoacústica. Disculpen las formas y la ortografía, lo he reproducido sin alterar ni una coma para preservar la frescura de la exposición.
La verdad es que he llegado a la conclusión que lo de estudiar, labrarse un futuro, casarse, tener hijos etc etc... no responde a satisfacciones personales sino mera supervivencia del individuo dentro del conjunto de la sociedad; desde pequeños ya nos moldean para ser un diente anónimo dentro de un engranaje de la inmensa maquinaria.
La mayoria de la gente se levanta por las mañanas porque tiene obligaciones que cumplir; unos estudios, un trabajo, ocuparse de los hijos o hacer las tareas domésticas. Dudo muchísimo que este tipo de obligaciones, de las cuales la vida esta repleta, llenen a nadie. En este mundo tu (hasta cierto punto) eliges si quieres currar en McDonald's o ser ingeniero, pero la triste realidad es que el segundo no se diferencia mucho del primero en cuanto a realización personal se refiere.
Lo dice alguien que ha intentado buscar buena parte de su realización mediante los estudios e intentar progresar en un empleo, sólo para terminar descubriendo que aunque te puede llenar en determinados momentos sentirte útil en esta sociedad, estar bajo el yugo de otros no es exactamente el mejor camino para obtener satisfacción personal.
Basar tu felicidad exclusivamente en otra persona, es decir en nuestra relación de pareja, también me parece poco acertado. Es un error depender emocionalmente de otras personas. La vida es mejor en compañia, es evidente, pero hay que saber valorarse a uno mismo, ser independiente y ser capaz de encontrar la motivación en uno mismo. Si sabemos luchar solos, tanto mejor será si alguien nos acompaña durante parte del camino. Y digo parte porque las personas van y vienen, nada es para siempre, ni amistades ni parejas.
Tampoco creo que el sentido de esta vida sea un simple paso hacia una vida mejor y eterna en otro plano, ni que todo se deba reducir a la reproducción para la supervivencia de la especie. Que el único objetivo de todo sea reproducirse indefinidamente para transferir nuestros genes, es como mantener en marcha un motor que no mueve nada ni conduce a ninguna parte, cuya única razón de alimentarlo es perpetuar su funcionamiento a ralentí.
Creo entonces que el sentido es crecer como persona, aprender, instruirse (no para obtener un título y prosperar laboralmente, sino por puro crecimiento intelectual) en todas aquellas materias que nos resulten interesantes, desarrollar las capacidades creativas mediante una o varias disciplinas artísticas y plasmando nuestras ideas y sentimientos. Sólo mediante los actos creativos podemos superar nuestras propias limitaciones, y es a través de estos que parte de lo que somos puede perdurar en el tiempo.
El conectar con otras personas, el dejar huella en otros (así como las relaciones con los demás también nos moldean), es otro de los verdaderos alicientes de esta existencia. Compartir momentos, música, ideas... es ciertamente gratificante.
Las relaciones que enriquecen mutuamente a sus participantes, el amor por el conocimiento y por los actos creativos de cualquier tipo son esenciales para mantener en marcha el espíritu dinámico del ser humano. Esos momentos puntuales son los que dan verdadero sentido a la vida, todo lo demás es relleno, paja, nimiedades cotidianas que con el tiempo se olvidan rápidamente. Si analizais vuestros recuerdos os dareis cuenta que ni siquiera podeis recordar los detalles de una jornada laboral cualquiera de las últimas semanas, pero podeis recordar perfectamente y con todos sus colores aquellos días en los que lograsteis algo grande, aunque haya sido hace muchos años.
Se puede decir por lo general que la vida es absoluta oscuridad iluminada por los destellos puntuales de esos grandes momentos.
Vivimos por y para esos destellos.
domingo, 14 de marzo de 2010
Festival Internacional de Cine de Las Palmas
No pienso molestarme en hablar de temporales de nieve. Cómprese un generador, es todo lo que le puedo decir. En cualquier caso, no sea tan retarded como para arrancarlo dentro de casa. Los gases de escape no son muy saludables que digamos, aunque eso parece que se le pasó por alto a más de uno en Girona.
Gala de inauguración
Como suele ser habitual en mi persona, me dirigí al encuentro con el tiempo bastante justo. El taxi me dejó frente al Auditorio Alfredo Kraus, lugar con el que me une cierta historia profesional, a escasos minutos de la hora a la que, teóricamente, daba comienzo la gala. Para mi sorpresa descubro que en esta isla, la gente se toma lo de ir a los sitios con más calma que yo, que ya es decir. Todo hay que decirlo, también fué una magnifica oportunidad de ver a todos los asistentes luciendo sus mejores trajes. Muy glamurosas ellas, muy elegantes ellos y en definitiva, todos muy cool. Excepto el tipo que iba con bermudas y chancletas de playa. Quizás en otro contexto incluso se le podría considerar rompedor, pero dada la climatología del lugar, más bien daba la impresión de ser una persona a la que no le había dado tiempo [o la gana] de pasar por casa a cambiarse.
Yo, no se vayan a pensar, también daba el pego. Americana, zapatillas y mis Rayban 5122. Soy consciente de que es el cliché del gafapastismo cool, pero no lo puedo evitar.
La presentación se llevo a cabo con unos aires graciosetes que para mi gusto huelen demasiado a importación del mainstream norteamericano. Y huelen no especialmente bien cuando se tiene en cuenta que se trata de un festival que hace gran hincapié en la identidad propia y presume de apostar por el cine más independiente, arriesgado y alejado de convencionalismos comerciales. La cosa ya pierde credibilidad cuando veo que el mismo festival que dedica una retrospectiva a Kurosawa o a Éric Rohmer, programa Tensión Sexual No Resuelta, la última gamberrada de uno de los amiguetes de Santiago Segura y la enésima memez con la que nos castiga el cine patrio. Para rematar el cuadro, Claudio Utrera, director del festival, no pudo abstenerse de sacar a relucir la crisis económica en su discurso. Que digo yo que si tratandose de un festival de cine, puestos a mencionar alguna crisis, no sería más apropiado hablar de crisis de ideas.
Apuntes corrosivos a parte, la verdad es que los montajes audiovisuales utilizados estuvieron francamente bien, en especial la lograda combinación de proyecciones con música jazz en directo. Tras presentar al panel de jueces de cada categoría, subió a la palestra Atom Egoyan quien recogería el premio Lady Arimaguada honorífico por su trayectoria cinematográfica. Sinceramente, yo no tenía ni idea de quien era el tal Egoyan, al parecer canadiense de ascendencia armenia. Supongo que un crimen vergonzoso para alguien que se considera cinéfilo, pero les aseguro que ni había oído nombrar a este señor. Sin embargo, alguien con unas formas humildes a la vez que honestas, que dice que sus padres le enseñaron a creer que podemos trascender nuestras limitaciones mediante los actos creativos, se gana inmediatamente mi aplauso y mi curiosidad por conocer su obra.
Seguidamente harían su aparición Dunia Ayaso y Félix Sabroso, los dos responsables de La Isla Interior. Tras sus extensos agradecimientos y dedicatorias, algunos actores del reparto, incluyendo a Geraldine Chaplin, subieron brevemente al escenario para compartir el momento con los dos directores canarios, antes de la proyección del filme.
La Isla Interior
Este largometraje de factura canaria, retrata a una familia de lo más disfuncional durante los días previos a la muerte del padre, un hombre mayor que padece de esquizofrenia. Aunque la historia es básicamente dramática, tiene unos destacables golpes de humor, aportados principalmente por Alberto San Juan en su papel de profesor con serias dificultades comunicativas además de algunas manías muy personales a la par que divertidas de ver, aunque quizás no tanto de vivir.
Lo irónico de la película es que el padre de la familia, que teóricamente es el loco, se nos presenta como una persona tranquila, sosegada e incluso aportando algún punto de cordura en más de una secuencia. Este es justamente el fuerte de La Isla Interior, dar un giro a las cosas y retratar como chiflados a los que creen no estarlo. Como veremos, todos viven con el miedo oculto de haber heredado propensión a desarrollar enfermedades mentales y he aquí donde la cinta intentará abrir la vía dramática.
El problema es que semejante cuadro resulta muy poco creíble, especialmente con las esperpénticas situaciones y comportamientos de los hijos. No cuaja que por un lado tengamos un trágico drama familiar y luego nos vengan con semejantes caricaturas de personajes. En algún momento la cosa incluso se pasa absolutamente de rosca haciendo que el conjunto no termine de funcionar. Ahí tenemos a Geraldine Chaplin haciendo imposibles para salvar el asunto, la única que ha calibrado correctamente el punto equidistante entre comedia y drama, pero lamentablemente eso no es suficiente. Con mucho es la hija del legendario Charles Chaplin la que aporta la interpretación más eficiente tanto cuando pretende hacernos sonreír como cuando quiere hacernos partícipes de su dolor. Esta señora simplemente sabe como meterse al público en el bolsillo. Y lo consigue. La secuencia en que la vemos gritar abrazada a una almohada en posición fetal, simplemente me dio escalofríos, la emoción transmitida fue tal que consiguió erizar el vello de mi antebrazo derecho.
Otra de las cosas que chirrían es esa inevitable y recurrente costumbre que tiene el cine made in Spain de mostrar un polvo guarro en pantalla. No hacer el amor con delicadeza. Ni siquiera una sensual secuencia de erotismo desenfrenado. No, lo que hay es un polvo guarro, barato, un estereotipo que ya empieza a rozar lo grotesco y desde luego absolutamente gratuito e irrelevante para el desarrollo de la historia. Yo no se si es que en este país no dan subvención si no hay sexo o que. Pero si no hay más remedio, que sepan que yo no tengo demasiado en contra de lo gratuito, lo tengo con la forma tosca de presentar las cosas. Porque más sexo gratuito que en los filmes de Larry Clark es difícil encontrar, pero, aunque el tipo sea un depravado, sabe como rodar ese tipo de escenas, narices. Tomen nota los cineastas patrios, se lo ruego. Tampoco podía faltar la referencia a la violencia de género. Esta si que ya es de traca; metemos la secuencia con calzador y se la come usted doblada.
A pesar de todo, un buen intento por parte de Ayaso y Sabroso, especialmente por el mérito y la valentía de hacer cine desde Canarias y que además este pueda llegar al público general.
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domingo, 21 de febrero de 2010
Tres noches de insomnio
Los artistas y sus excentricidades, sus trapicheos en el backstage, las groupies oportunistas, los invitados de prensa, los managers, la furgoneta o bus del grupo, las habitaciones de hotel destrozadas... ¿hasta donde llega la realidad y donde empieza el mito?
Este fin de semana se me presentó la oportunidad de colaborar en el festival In-Somni en Barcelona. Tres noches, una en Razzmatazz y dos en Apolo, para ver de cerca el ambiente del mundo musical profesional. Interesante.
Lo primero que se le ocurre a uno al recibir su acreditación es hacer un breve repaso de la cantidad de veces que se ha intentado, infructuosamente, entrar gratis con algún cuento en las dos salas que he mencionado, especialmente la primera. Todas las veces que se ha tenido que pagar religiosamente la entrada para poder asistir a un concierto o entrar cuando funcionan como discoteca. O peor todavía, la humillación de recibir una mirada de superioridad por parte de alguno de los porteros y volverse cabizbajo y con las manos en los bolsillos porque se ha terminado el presupuesto de la noche.
Todo eso cambia cuando llevas una acreditación Acces All Areas. Ni lista de invitados ni pase de prensa para hacer fotos desde la barrera. La triple A. La que te da derecho a mirar el concierto entre bambalinas, a tomarte una cerveza con los del grupo en su camerino y en definitiva, a pasearte por allí like Peter at home. Orgullosamente colgada en el llavero, ahora el personal de seguridad ni siquiera hace preguntas; Se limitan a abrir las puertas y a levantar los cordones a tu paso.
Lo siguiente que me sorprendió es todo el tema de camerinos y backstage. Siempre había imaginado que eran algo así como habitaciones o lounges de hotel de cinco estrellas y hacía todo tipo de especulaciones al respecto de los placeres hedonistas que allí tenían lugar. El daño que ha hecho la Rolling Stone y demás prensa musical en la cultura popular. Olvídense del glamour, el lujo y los excesos. He visto más glamour y lujo en los probadores de algunas tiendas. Paredes cubiertas de adhesivos y pintadas que dejan los grupos y artistas que pasan por allí y algún sofá medio destrozado. Respecto a los excesos, los que cabrían esperar si usted y sus amigos se encuentran una nevera llena de cerveza gratis. Lo que ocurre es que los señores que tocan en un grupo que está de gira, se la encuentran cada noche.
Tratar con los grupos y sus managers te hace dar cuenta de que quizás se les tenga por semidioses cuando se suben al escenario, pero no dejan de ser personas como cualquiera de nosotros; Por la calle no llevan las pintas que les vemos en los videoclips. La mayoría se implican en la descarga y montaje de su material, se puede ir a hablar tranquilamente con ellos, se muestran amables y básicamente sienten agradecimiento hacía la organización y su equipo por montar un concierto y darles trabajo, que a fin de cuentas de eso viven los grupos.
Las excentricidades y caprichos, por llamarlo de alguna manera, no pasan de pedir cola light en lugar de cola normal o pedir determinadas chocolatinas o dulces. Irónicamente los grupos locales se mostraban más subidos de aires y reticentes a compartir algo de bebida. Muy buena gente The Cinematics, Piano Magic [ aunque musicalmente me parecen soporíferos hasta el punto que ellos mismos bromean acerca de su disponibilidad para tocar en funerales por un precio razonable ] y los maños Tachenko.
Tras las actuaciones y una vez cargado el material en las furgonetas y coches, la celebración de un concierto exitoso seguiría en los bares, el hotel o el piso de alguna jovencita. Y si, claro que sucedieron cosas, de otro modo los conciertos y giras no serían fuente inagotable de anécdotas e historias para recordar.
Pero ya saben... esto no es la prensa musical.
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jueves, 11 de febrero de 2010
¿Necesita usted una licencia de TV?
Anonadado me hallo con mi último descubrimiento acerca de las leyes que rigen los territorios situados al otro lado del Canal de La Mancha.
Aquí estamos muy pero que muy mal acostumbrados con nuestras constantes quejas acerca del cánon de la SGAE, de los contenidos de la televisión en abierto y la insufrible publicidad que encontramos no solo los espacios dedicados a ello sino también dentro de las propias series o programas; los súbditos de su Graciosa Majestad además deben pagar por el placer de tener en casa una cloaca de vulgaridad.
En el Reino Unido un fulano cualquiera, pongamos John Smith, cuando va tan alegremente a comprarse su nuevo televisor, con el correspondiente desembolso de dinero que supone, sus gastos no han hecho más que empezar; debe obtener una licencia para su televisor.
Independientemente de si John Smith es muy dado a ver la televisión o no, deberá abonar anualmente la cantidad de 142 libras esterlinas y 50 peniques por el mero hecho de ser propietario de un televisor en color. En caso, poco probable en los tiempos que corren, de que su televisor fuese en blanco y negro la cuota será de unas modestas 48 libras. Esto no tiene nada que ver con canales de pago ni sistemas de televisión a la carta; la licencia no da ningún derecho a contenidos adicionales pero si nos permite tener hasta quince receptores de televisión. No veo muy claro como alguien puede llegar a tener tal cantidad de televisores en su hogar, pero demos las gracias al organismo correspondiente por no tener que pagar por un segundo televisor.
Al parecer, el problema recae con las emisiones televisivas en directo. Por lo tanto, si John Smith utiliza su televisor para el visualizar DVDs o material televisivo grabado en cinta u otro formato, no debería tener problemas para solicitar la exención de la licencia. Naturalmente se enviará un empleado a realizar una inspección formal en casa de los Smith para verificar que realmente no mira la televisión. Ante esta opresión, nuestro amigo John Smith tiene dos opciones.
En primer lugar, puede optar por ver la televisión de forma pirata. Va, se compra la tele, se hace el sueco y a los del gobierno no les da ni una miserable pound. Con este proceder, el señor Smith se arriesga a una multa de mil libras por ver la televisión de forma ilegal. Ustedes se preguntaran como narices van a saber si en una casa se ve la televisión de forma legítima o no. Bien, al parecer cuentan con una base de datos donde saben que hogares han registrado sus televisores y pagan la tasa religiosamente y cuales no. En cualquier momento pueden enviar una inspección y echar un vistazo al tejado para corroborar si se cuenta con una antena.
Desde TV Licensing amenazan con disponer de la más elevada tecnología para detectar la recepción de ondas electromagnéticas en las bandas correspondientes, con lo que podrían, hipotéticamente, localizar el uso no autorizado de aparatos de televisión en los lugares más remotos o incluso aquellas instalaciones que no cuenten con una antena exterior. La próxima vez que vea una furgoneta de reparto aparcada frente a su casa, John Smith deberá apresurarse a arrancar el cable de antena y tirarlo por el inodoro antes de que una unidad de operaciones especiales tire abajo su puerta y se encuentre con varios punteros láser en el pecho.
La segunda opción es dejar de lado tan obsoleto aparato y abrazar las nuevas tecnologías. Con la creciente oferta televisiva a través de internet, no debería suponer problema escaquearse del pago de la licencia. Nada más lejos de la realidad. Ordenadores, teléfonos móviles o cualquier otro dispositivo que permita la recepción de emisiones a través de la red, deben también pagar licencia. Una vez más, si los contenidos estan en nuestro disco duro y no se trata de un streaming en directo, no tendremos problema aunque salgan llamas del router debido a su constante y densa actividad de descarga. Desconozco los métodos para controlar el uso de equipos informáticos para ver la televisión, pero desde luego la cosa no está para arriesgar.
En cualquier caso todos aquellos vendedores de cupones o que puedan demostrar dificultades visuales extremas, obtendrán una rebaja del 50 por ciento en el pago y renovación de la licencia. Por si la cosa no fuese ya suficientemente de chiste, resulta que, aunque con descuento, hasta los ciegos tienen que pagar por sus televisores.
Yo de ellos, mejor escuchaba la radio.
Más información: TV Licensing
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martes, 2 de febrero de 2010
Brave Coast DJs Party
Esta entrada tiene una finalidad estríctamente propagandística, avisados quedan.
Este sábado 6 de febrero, Brave Coast presenta un showcase de su equipo de pinchadiscos en la localidad gerundense de Torroella de Montgrí. Representado a la escuderia tendremos a Sebastian Zorn y Transgress DJ. Ayudándolos en la misión, un invitado muy especial, Radiopatio.
Una noche repleta de sonidos electrónicos y algún que otro guitarrazo.
El cartel, que estoy seguro de que les ha llamado la atención, es obra del señor Álvaro Ortiz. Este maño que normalmente se caracteriza por su trazo naïf, ha sido tan amable de hacerse un hueco en la agenda e ilustrar un cartelito para la ocasión, muy al estilo comic underground norteamericano. Si no estan familiarizados con su obra, les recomiendo echar un vistazo a su blog, veranomuerto.
Los usuarios de facebook [entre los que afortunadamente no me encuentro] pueden obtener información adicional y apoyar la causa, si así lo desean, clickando aquí.
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miércoles, 27 de enero de 2010
Anti-Karaoke
A pesar de que llevo tiempo sintiendo curiosidad por ver de cerca esto del Anti-Karaoke, hasta ahora lo de ir a Barcelona un lunes me apetecía más bien poco. Para quien no esten familiarizado con el concepto, el Anti-Karaoke es el espectáculo interactivo de Rachel Arieff. La extravagante cómica norteamericana afincada en Barcelona nos brinda la oportunidad de sentirnos unas estrellas del rock y tener nuestros cinco minutos de gloria subidos al escenario de la sala Apolo con el aforo lleno. Con un repertorio repleto de clásicos del rock, punk y metal, todo el mundo puede encontrar algún tema que le anime a subirse a la palestra.
Pues bien, este lunes por fin me decidí a asistir y lo que me encontré allí fué una peculiar mezcla entre un karaoke, un concierto, un cabaret y un espectáculo de monólogos. Karaoke, evidentemente porque la cosa consiste en que gente del público se sube a cantar con la versión instrumental del tema sonando detrás. Concierto porque la forma en que el público, y alguno de los que se suben a cantar, lo vive, es como si se tratara realmente de un directo del grupo al que interpretan. Lo del cabaret se debe sin duda a la anfitriona, la señorita Arieff, la cual aparece en escena con un vestuario tan variado como atrevido, adornado con todo tipo de accesorios tales como collares de perlas, sombreros de copa o boas de plumas. El tema de los monólogos también corre a cargo de la presentadora, con sus parodias e interpretaciones de personajes del mundo musical. Una de ellas fué su caracterización como Kurt Cobain, asegurando que siente haberse suicidado, pero que una de las ventajas de estar muerto es no tener que soportar a Lady Gaga.
Durante la noche hubieron bastantes momentos estelares, se nota que entre los asistentes hay habituales que deben ser o haber sido miembros del algún grupo musical, pues algunas interpretaciones estaban muy logradas, tanto en el apartado vocal como de puesta en escena. No se puede decir lo mismo de la jovencita que destrozó Self Esteem de The Offspring cantando a grito pelado. En cualquier caso, servidor, tras aceptar un trago de bourbon y unas galletas caseras que Rachel Arieff ofrecía al público de la primera fila, me subí a hacer mi interpretación de un clásico que data del año 1986. Para aquellos voyeurs digitales, decir que investigando un poco no es demasiado complicado localizar la documentación audiovisual de mi actuación, pero no lo puedo poner tan fácil como pegar el link aquí.
Al terminar, Rachel Arieff me preguntó si era mi primera vez a lo que respondí afirmativamente y le eché las culpas de todo a las personas que me habían convencido para ir. Lo curioso es que al preguntarme de donde era, me dijo que creía que yo era de Kansas. Todavía no entiendo si es algún tipo de broma o realmente tengo un inglés con acento de Kansas, aunque me parece muy raro que se me pueda haber pegado un acento de un estado donde no se suelen rodar muchas series ni películas que digamos, ni escucho demasiados grupos de Kansas aparte de The Get Up Kids. Demonios, si ni siquiera conozco a nadie de Kansas. De todos modos es cierto que existe una gran participación de público extranjero en las sesiones de Anti-Karaoke. Al bajar un par de chicas me felicitaron y minutos más tarde tropezaba con una de ellas, tirando su copa al suelo. Rechazó mi oferta para compensarla con un chupito de Jägermeister, pero aceptó mis disculpas que al fin y al cabo es más económico.
El apoteósico final, con invasión del escenario incluida, fué con el tremendo Killing In The Name de Rage Against The Machine. Como el asunto es bastante desmadrado como para describirlo aquí, les dejo con un enlace al video. Yo también me subí a hacer el animal, esa canción me encanta, sobretodo porque en lugar de "now you do what they told ya", se puede gritar una grosería y queda fenomenal.
Que no se preocupen los bloggers de Madrid que quieran vivir la experiencia: El último miércoles de cada mes, Rachel Arieff se toma el puente aereo y traslada el Anti-Karaoke a la sala El Sol.
Pues bien, este lunes por fin me decidí a asistir y lo que me encontré allí fué una peculiar mezcla entre un karaoke, un concierto, un cabaret y un espectáculo de monólogos. Karaoke, evidentemente porque la cosa consiste en que gente del público se sube a cantar con la versión instrumental del tema sonando detrás. Concierto porque la forma en que el público, y alguno de los que se suben a cantar, lo vive, es como si se tratara realmente de un directo del grupo al que interpretan. Lo del cabaret se debe sin duda a la anfitriona, la señorita Arieff, la cual aparece en escena con un vestuario tan variado como atrevido, adornado con todo tipo de accesorios tales como collares de perlas, sombreros de copa o boas de plumas. El tema de los monólogos también corre a cargo de la presentadora, con sus parodias e interpretaciones de personajes del mundo musical. Una de ellas fué su caracterización como Kurt Cobain, asegurando que siente haberse suicidado, pero que una de las ventajas de estar muerto es no tener que soportar a Lady Gaga.
Durante la noche hubieron bastantes momentos estelares, se nota que entre los asistentes hay habituales que deben ser o haber sido miembros del algún grupo musical, pues algunas interpretaciones estaban muy logradas, tanto en el apartado vocal como de puesta en escena. No se puede decir lo mismo de la jovencita que destrozó Self Esteem de The Offspring cantando a grito pelado. En cualquier caso, servidor, tras aceptar un trago de bourbon y unas galletas caseras que Rachel Arieff ofrecía al público de la primera fila, me subí a hacer mi interpretación de un clásico que data del año 1986. Para aquellos voyeurs digitales, decir que investigando un poco no es demasiado complicado localizar la documentación audiovisual de mi actuación, pero no lo puedo poner tan fácil como pegar el link aquí.
Al terminar, Rachel Arieff me preguntó si era mi primera vez a lo que respondí afirmativamente y le eché las culpas de todo a las personas que me habían convencido para ir. Lo curioso es que al preguntarme de donde era, me dijo que creía que yo era de Kansas. Todavía no entiendo si es algún tipo de broma o realmente tengo un inglés con acento de Kansas, aunque me parece muy raro que se me pueda haber pegado un acento de un estado donde no se suelen rodar muchas series ni películas que digamos, ni escucho demasiados grupos de Kansas aparte de The Get Up Kids. Demonios, si ni siquiera conozco a nadie de Kansas. De todos modos es cierto que existe una gran participación de público extranjero en las sesiones de Anti-Karaoke. Al bajar un par de chicas me felicitaron y minutos más tarde tropezaba con una de ellas, tirando su copa al suelo. Rechazó mi oferta para compensarla con un chupito de Jägermeister, pero aceptó mis disculpas que al fin y al cabo es más económico.
El apoteósico final, con invasión del escenario incluida, fué con el tremendo Killing In The Name de Rage Against The Machine. Como el asunto es bastante desmadrado como para describirlo aquí, les dejo con un enlace al video. Yo también me subí a hacer el animal, esa canción me encanta, sobretodo porque en lugar de "now you do what they told ya", se puede gritar una grosería y queda fenomenal.
Que no se preocupen los bloggers de Madrid que quieran vivir la experiencia: El último miércoles de cada mes, Rachel Arieff se toma el puente aereo y traslada el Anti-Karaoke a la sala El Sol.
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domingo, 24 de enero de 2010
Sherlock Holmes
Título original: Sherlock Holmes
Nacionalidad: Reino Unido, 2009
Dirección: Guy Ritchie
Reparto: Robert Downey Jr, Jude Law, Rachel McAdams, Mark Strong
La verdad es que cuando supe que Guy Ritchie se iba a hacer cargo de realizar una nueva adaptación cinematográfica de Sherlock Holmes, no pude evitar levantar una ceja. El cineasta británico se dió a conocer con esa pequeña joya llamada Lock, Stock & Two Smoking Barrels. Le siguió la interesante Snatch con la cual consiguió llegar al gran público repitiendo receta. A partir de ahí parece que Ritchie se nos despistó un poco y facturó una serie de películas un tanto irregulares que pasaron con más pena que gloria por las salas donde obtuvieron distribución. Con la divertida Rocknrolla parecía que volvía el Guy Ritchie que todos queremos; Ahora solo falta saber si logrará hacer de Sherlock Holmes un producto para el gran público sin renunciar a su propio estilo y manteniendo algo del espíritu del personaje.
La respuesta es sí. En mayúsculas.
Robert Downey Jr (A Scanner Darkly, Tropic Thunder) es el encargado de interpretar a Holmes, mientras que el papel de su inseparable compañero Watson recae en Jude Law (Road to Perdition, My Blueberry Nights). Juntos tendrán que resolver un misterioso caso envuelto de brujería y magia negra, mientras se enfrentan a toda clase de dificultades y sobretodo gente con no muy buenas intenciones para con ellos. Mark Strong (Body of Lies, Rocknrolla) haciendo de malo, para variar. Como podíamos suponer, esta película tiene acción. Hay explosiones, persecuciones, puñetazos, patadas, codazos, bastonazos, disparos y hojas afiladas rozando la piel. Estas últimas no para hacer un afeitado apurado precisamente. Pero para mi alivio, la cosa funciona; lo que vemos en pantalla es gente de verdad, recibiendo golpes de verdad. En casi todo momento la acción se mantiene en el terreno de lo verosímil y los efectos especiales generados por ordenador son realmente muy sutiles con la excepción de una secuencia.
Aportando el contrapunto tenemos escenas más relajadas, que se apoyan principalmente en el ingenio, sagacidad y sarcasmo del protagonista. Rápidamente nos vendrá a la mente Hugh Laurie y su interpretación en House; no en vano el personaje de Gregory House fué concebido como un homenaje a Sherlock Holmes. Jude Law cumple bien, pero es sin duda Rachel McAdams en el papel de Adler la que a mi parecer aporta mayor química a las escenas cómicas; me encanta encontrar ejemplos de lo infalible que resulta la combinación de sensualidad femenina y sentido del humor en una misma persona o personaje. Todo esto sin perder de vista los evidentes apuntes a la ambigua sexualidad de Holmes y Watson, que yo no se si en las novelas se deja entrever mucho o poco, pero en Popbot Ashley Wood y Sam Kieth no pasan por alto el tema.
Aunque ciertamente, por planteamiento, nos pueda llegar a recordar ligeramente a la francesa Vidocq, no cae en tal barroquismo visual. Aquí el apartado estético es impecable, con la fabulosa recreación de un Londres victoriano algo pasado de rosca; se percibe levemente la influencia steampunk pero en absoluto recargada de excesos como en el caso de la olvidable Wild Wild West.
En conclusión, una película de entretenimiento muy bien rematada y totalmente recomendada para pasar un buen rato en el cine. El final es abierto, así que atentos a una posible secuela; se ha llegado a hablar de Brad Pitt para encarnar al infame profesor Moriarty en una segunda entrega de las aventuras del detective de Baker Street.
Nacionalidad: Reino Unido, 2009
Dirección: Guy Ritchie
Reparto: Robert Downey Jr, Jude Law, Rachel McAdams, Mark Strong
La verdad es que cuando supe que Guy Ritchie se iba a hacer cargo de realizar una nueva adaptación cinematográfica de Sherlock Holmes, no pude evitar levantar una ceja. El cineasta británico se dió a conocer con esa pequeña joya llamada Lock, Stock & Two Smoking Barrels. Le siguió la interesante Snatch con la cual consiguió llegar al gran público repitiendo receta. A partir de ahí parece que Ritchie se nos despistó un poco y facturó una serie de películas un tanto irregulares que pasaron con más pena que gloria por las salas donde obtuvieron distribución. Con la divertida Rocknrolla parecía que volvía el Guy Ritchie que todos queremos; Ahora solo falta saber si logrará hacer de Sherlock Holmes un producto para el gran público sin renunciar a su propio estilo y manteniendo algo del espíritu del personaje.
La respuesta es sí. En mayúsculas.
Robert Downey Jr (A Scanner Darkly, Tropic Thunder) es el encargado de interpretar a Holmes, mientras que el papel de su inseparable compañero Watson recae en Jude Law (Road to Perdition, My Blueberry Nights). Juntos tendrán que resolver un misterioso caso envuelto de brujería y magia negra, mientras se enfrentan a toda clase de dificultades y sobretodo gente con no muy buenas intenciones para con ellos. Mark Strong (Body of Lies, Rocknrolla) haciendo de malo, para variar. Como podíamos suponer, esta película tiene acción. Hay explosiones, persecuciones, puñetazos, patadas, codazos, bastonazos, disparos y hojas afiladas rozando la piel. Estas últimas no para hacer un afeitado apurado precisamente. Pero para mi alivio, la cosa funciona; lo que vemos en pantalla es gente de verdad, recibiendo golpes de verdad. En casi todo momento la acción se mantiene en el terreno de lo verosímil y los efectos especiales generados por ordenador son realmente muy sutiles con la excepción de una secuencia.
Aportando el contrapunto tenemos escenas más relajadas, que se apoyan principalmente en el ingenio, sagacidad y sarcasmo del protagonista. Rápidamente nos vendrá a la mente Hugh Laurie y su interpretación en House; no en vano el personaje de Gregory House fué concebido como un homenaje a Sherlock Holmes. Jude Law cumple bien, pero es sin duda Rachel McAdams en el papel de Adler la que a mi parecer aporta mayor química a las escenas cómicas; me encanta encontrar ejemplos de lo infalible que resulta la combinación de sensualidad femenina y sentido del humor en una misma persona o personaje. Todo esto sin perder de vista los evidentes apuntes a la ambigua sexualidad de Holmes y Watson, que yo no se si en las novelas se deja entrever mucho o poco, pero en Popbot Ashley Wood y Sam Kieth no pasan por alto el tema.
Aunque ciertamente, por planteamiento, nos pueda llegar a recordar ligeramente a la francesa Vidocq, no cae en tal barroquismo visual. Aquí el apartado estético es impecable, con la fabulosa recreación de un Londres victoriano algo pasado de rosca; se percibe levemente la influencia steampunk pero en absoluto recargada de excesos como en el caso de la olvidable Wild Wild West.
En conclusión, una película de entretenimiento muy bien rematada y totalmente recomendada para pasar un buen rato en el cine. El final es abierto, así que atentos a una posible secuela; se ha llegado a hablar de Brad Pitt para encarnar al infame profesor Moriarty en una segunda entrega de las aventuras del detective de Baker Street.
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viernes, 15 de enero de 2010
Siempre negativo
Hace un par de días me encontraba yo en mi sofá, pertrechado con mi bata y una taza de Earl Grey, leyendo The Times, edición impresa, cuando un artículo me llamó poderosamente la atención. Se trataba de The Power of Negative Thinking [Aunque para la versión online se ha rebautizado como The Cult of Positive Thinking; las implicaciones de esto las dejo a cargo del lector], en el cual se entrevista a Barbara Ehrenreich y se comenta su nuevo libro Smile or Die.
Esta señora, que al parecer nunca se ha terminado de tragar todo eso del vaso medio lleno, se rebotó del todo cuando al serle diagnosticado un cáncer, los médicos le insistieron en que mantuviese una actitud positiva, como si la sola fuerza de voluntad pudiese frenar el avance de la enfermedad. Barbara Ehrenreich, doctorada en biología, sabe bien que, según los datos que tenemos hoy por hoy, las enfermedades degenerativas no son precisamente de carácter psicosomático. Tremendamente irritada por esta plaga contemporánea del piensa en positivo, se decidió a abordar la cuestión y a realizar una dura crítica de la misma en Smile or Die.
Este tipo de actitud es especialmente típica de la cultura norteamericana. Esta muy mal visto no poner la mejor de tus caras y una actitud condescendiente durante la jornada laboral de cualquier empleo, especialmente si trabajas de cara al público, independientemente de cual sea tu situación personal u opiniones acerca de la política de empresa. Tampoco se toleran en absoluto las rabietas, despotricar ni pronunciar palabras malsonantes. Que no nos engañen las películas y series norteamericanas con protagonistas antisociales; a nuestro querido Gregory House lo habrían despedido a la primera semana de hacerse el listillo.
Recuerdo una pequeña anécdota que sucedió hace algunos años. Yo trabajaba para una conocida multinacional de alquiler de coches, corbata y camisa de manga corta, pueden imaginarse la estampa. Hacía pocos días que un personaje que conducía un coche extranjero sin seguro, aparcó literalmente en el maletero de mi Renault 5 Baccara, lanzándolo con fuerza contra la furgoneta situada delante, comprimiendo así mi querido vehículo al tamaño de un Smart. Yo estaba ciertamente dolido por el asunto cuando se presentó en el mostrador una mujer afroamericana con los típicos rollos de "Cielo, mueve tu trasero y dame un coche de una categoría superior a la que he pagado porque soy ciudadana norteamericana, tengo familiares en el cuerpo de Marines y porque yo lo valgo". A lo que yo, levantándome de la silla y aflojándome el nudo de la corbata, respondí:
- Well, you're in Europe now and we don't give a damn about all that american movie bullshit. So get used to it, lady.
Me destrozan mi coche, tengo que pagar la reconstrucción de mi bolsillo y encima le voy a dar a esta caradura uno premium by the face. Señores, aplíquense sus sonrisas fingidas por vía rectal.
En este mundo no darle la razón a un cliente cuando es evidente que no la tiene, esta mal visto. Pedir un aumento salarial esta mal visto. Discrepar esta mal visto. No estar de humor esta mal visto. No quedarse a hacer horas extras cuando te lo piden, esta mal visto. No reír las gracias del superior esta mal visto. No poner dinero para el regalo de un compañero, aunque pienses que es un arribista malnacido, esta mal visto. Y así hasta el infinito. Tu siempre negativo, nunca positivo. Coaching, autoayuda, programas de motivación y demás zarandajas solo tienen por objetivo culpabilizar al individuo. Por supuesto, si las cosas no salen bien es porque no pones de tu parte, porque lo ves todo negro, porque no juegas en equipo, porque no te esfuerzas por integrarte, porque no le pones una sonrisa a la vida.
Ridículo.
- Señor Flagpine, a pesar de que la empresa no tiene ninguna queja al respecto de su trabajo y comportamiento profesional, estamos seriamente preocupados en lo que actitud personal con colegas y superiores se refiere.
- Explíquese.
- Bien, esto es un poco violento, pero debo recordarle que en la última cena de empresa usted no mostró ningún signo de estarlo pasando bien, ni siquiera cuando luego se fueron a jugar una partida de bolos.
- Maldita sea, no me entusiasma jugar a bolos, soy malísimo y aún así me arrastraron a ello.
- ¿Lo ve? Esta es justamente la actitud negativa a la que me refiero.
- Prosiga.
- Ya ni siquiera comenta como le ha ido el fin de semana ni se interesa por como le ha ido a su superior, pero lo más grave es que ni siquiera tiene usted una foto de sus hijos, su pareja o mascota como fondo de escritorio de su PC, como la gente normal, sino una cita de Albert Einstein que reza Problems cannot be solved by the same level of thinking that created them.
- ...
- Piense en mejorar su empatía señor Flagpine y, por favor, aprenda a sonreír. Una actitud positiva es la clave para alcanzar objetivos y vivir una vida más feliz. ¡Ahora salga ahí fuera y cómase el mundo, demonios!
Por si todo esto fuese poco, yo le sumaría el molesto fenómeno de la odiosfera. Que vienen a ser todos estos blogs donde la gente publica furiosas invectivas sobre el más variado espectro de nimiedades cotidianas. Una multa por aparcar mal. Un resultado deportivo. El pésimo trato recibido por una compañia aerea. La nota de una asignatura. Lo mal que viste un compañero de trabajo. Un anucio televisivo que no es de su agrado. Miles de historias que, francamente, no llevan a ninguna parte porque ya han sido tratadas exhaustivamente con anterioridad y no es necesario profundizar más sobre ellas o bien son acontecimientos tan personales e intransferibles que para eso mejor ir a gritar a un descampado o meter la cabeza dentro de un cubo de agua. La odiosfera, no muestra una verdadera actitud escéptica con deseos de acabar con determinadas convenciones sociales establecidas como la dictadura del pensamiento positivo. Vienen aquí, despotrican pueril e irreflexivamente y se quedan a gusto, listos para volver al mundo exterior siendo los mismos cachorritos dóciles de siempre.
Espero que Smile or Die sea el principio de un movimiento que fomente el pensamiento escéptico entre la generación mileurista y defienda nuestro derecho a ser negativos y antisociales en una sociedad de chiste.
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domingo, 10 de enero de 2010
Domingo Triste
[...] pienso en aquel trágico Philipp Batz [...]
imaginó que somos fragmentos de un Dios,
que en el principio de los tiempos se destruyó, ávido de no ser.
La historia universal es la oscura agonía de esos fragmentos.
Jorge Luis Borges
Rezsö Seress se quitó la vida a los treinta y cinco años de componer su pieza más famosa, Szomorú Vasárnap, llamada también Gloomy Sunday. Tras este hecho fué popularmente conocida como la canción del suicidio. Se le atribuye ser el detonante de numerosas muertes y tal fué su mala fama que algunas emisoras de radio prohibieron su difusión. Este hecho no impidió que varios artistas mostraran su interés en versionar la canción. De todas las interpretaciones realizadas del tema de Seress, yo me decanto por una en particular; la versión de Sarah McLachlan. Su acercamiento a la canción es íntimo y delicado, sutil y desnudo de toda ornamentación innecesaria, pues tan solo con su guitarra y su voz es capaz de estremecernos como una hoja en una noche ventosa.
Llevo unos días pensando acerca del suicidio. No necesariamente del mío, no teman. Pero si en el concepto en general. Se trata de un asunto francamente preocupante y que no recibe la suficiente atención ni el trato que le corresponde. Algunos de los pocos datos dados a conocer al público general en los últimos años fueron los de las elevadas tasas de suicidio en empresas francesas como Renault y France Telecomm. Pero estos no son casos aislados a pesar de que los medios de comunicación se nieguen a mostrar la realidad. Cada día homicidios, violaciones o maltratos llenan las páginas de sucesos de la prensa y tantos otros casos de accidentes de tráfico, catástrofes o conflictos bélicos ocupan los telediarios. En cambio, mutismo absoluto sobre la segunda causa de muerte de jóvenes entre quince y treinta años. Alrededor de un millón de muertos anuales en todo el mundo si tenemos en cuenta los casos de todas las edades.
La explicación es que estos medios tienen un pacto para no hacer públicas las muertes autoinfligidas. Supuestamente esta política pretende prevenir un posible efecto dominó a escala masiva, argumentando que exponer públicamente este tipo de noticias podría despertar impulsos suicidas latentes en una parte de la población. Aquí hay que añadir el silencio de familiares y amigos, que avergonzados por lo que semejante acto supone en nuestra sociedad, prefieren omitir el tema o mentir sobre el mismo. En suma, el suicidio se nos presenta en nuestra mente como un acto horrible, comparable en gravedad a cometer asesinato o una violación.
El suicidio no está penado en nuestro país, pero si es el caso de muchos otros. En cualquier caso existe un fuerte rechazo, especialmente entre la población católica por motivos religiosos, y suele ser tratado con la misma aversión que delitos como los que he mencionado anteriormente. Todo esto no ayuda más que a perpetuar el bochorno de las personas próximas al suicida. Que nadie me malinterprete, pues no considero que tenga nada de heroico quitarse la vida ni es mi intención hacer apología del mismo, pero pienso que el tema debe ser tratado. Con dignidad y respeto, pero debe ser tratado. No son ya para nadie temas tabú las drogas o el aborto, e incluso para muchos se aplica la máxima de es mi cuerpo, es mi decisión. No comprendo entonces porque este trato discriminatorio, estigmatizador y peyorativo en extremo hacia el acto de acabar con la propia vida.
Los motivos pueden ser diversos aunque principalmente podríamos hablar de suicidios románticos, de suicidios a raíz del acoso escolar o laboral, suicidios motivados por problemas económicos, suicidios propiciados por el abuso de drogas o estados sicóticos... todas estas razones son en su mayoría de poco peso metafísico y pueden ser prevenidos mediante la adecuada ayuda psicológica y médica, pero hay otras razones que pueden resultar mucho más complejas de abordar. Me refiero a casos de personas maduras, algunas de edad avanzada, personas incluso de gran inteligencia y sensatez cuyo legado cultural o científico es extraordinario. Ludwig Boltzmann, Kurt Gödel, Ernest Hemmingway, Virginia Woolf o Philipp Mainländer [Pseudónimo de Philipp Batz, pesimista radical discípulo de Schopenhauer que se ahorcó la víspera de la públicación de su obra La Filosofía de la Redención, usando como pedestal sus propios manuscritos] son tan solo algunos ejemplos.
Tristemente estos casos de suicidio tardío suelen se los más ignorados, eternizando así la fama del carácter juvenil e irreflexivo de la acción en si. Existen pues motivos más profundos y trascendentales como despertar ante la insultante futilidad de la vida, el temor a convertirse en un incapacitado que resulte una carga para los demás o la certeza de no poder aportar nada más al mundo ni a los que nos rodean. Son razones bastante más difíciles de discutir y suelen implicar una cuidadosa planificación del acto que puede llevar meses o incluso años.
En ocasiones pienso en los que afirman que darse muerte a uno mismo es escoger el camino fácil. Pero sabemos que un intento de suicidio supone vencer uno de los instintos básicos más arraigados en todo ser vivo y podríamos afirmar que incluso el más primario de todos; el instinto de conservación de la propia vida. Quizás no sea un camino tan fácil después de todo, sino el último de los recursos. Las muertes autoinfligidas tampoco son algo exclusivo del ser humano, producto de su percepción de la realidad. Encontramos ejemplos como el de muchos insectos donde se observa que la muerte del individuo supone la continuidad de la especie. Podríamos atrevernos a trazar aquí un paralelismo entre estos patrones animales y el razonamiento del suicida altruista, no el que pretende liberarse a sí mismo de una carga, sino aquel que pretende liberar a los demás de su carga.
Recientemente he descubierto el trabajo fotográfico de Nadya Elpis. Su proyecto Attempters, del cual forma parte la imágen que encabeza este artículo, consiste en retratar a personas que en alguna ocasión han intentado quitarse la vida. Lejos de mostrarnos una visión morbosa del tema, las bellas instantáneas nos conmueven y nos hacen conscientes de una terrible realidad que nadie parece querer admitir y mucho menos estudiar con detenimiento. Es un ejemplo más de las muchas referencias y reflexiones acerca del suicidio en el arte o en la filosofía pero es necesario abordar la cuestión desde otras áreas, acabar con los estigmas y afrontar la situación desde la perspectiva de una sociedad madura.
En este caso no puedo evitar recordar la secuencia de Little Miss Sunshine en la que la pequeña protagonista pregunta cual es el motivo de las heridas en las muñecas de su tío.
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