domingo, 10 de enero de 2010

Domingo Triste


[...] pienso en aquel trágico Philipp Batz [...]
imaginó que somos fragmentos de un Dios,
que en el principio de los tiempos se destruyó, ávido de no ser.
La historia universal es la oscura agonía de esos fragmentos.

Jorge Luis Borges


Rezsö Seress se quitó la vida a los treinta y cinco años de componer su pieza más famosa,
Szomorú Vasárnap, llamada también Gloomy Sunday. Tras este hecho fué popularmente conocida como la canción del suicidio. Se le atribuye ser el detonante de numerosas muertes y tal fué su mala fama que algunas emisoras de radio prohibieron su difusión. Este hecho no impidió que varios artistas mostraran su interés en versionar la canción. De todas las interpretaciones realizadas del tema de Seress, yo me decanto por una en particular; la versión de Sarah McLachlan. Su acercamiento a la canción es íntimo y delicado, sutil y desnudo de toda ornamentación innecesaria, pues tan solo con su guitarra y su voz es capaz de estremecernos como una hoja en una noche ventosa.

Llevo unos días pensando acerca del suicidio. No necesariamente del mío, no teman. Pero si en el concepto en general. Se trata de un asunto francamente preocupante y que no recibe la suficiente atención ni el trato que le corresponde. Algunos de los pocos datos dados a conocer al público general en los últimos años fueron los de las elevadas tasas de suicidio en empresas francesas como Renault y France Telecomm. Pero estos no son casos aislados a pesar de que los medios de comunicación se nieguen a mostrar la realidad. Cada día homicidios, violaciones o maltratos llenan las páginas de sucesos de la prensa y tantos otros casos de accidentes de tráfico, catástrofes o conflictos bélicos ocupan los telediarios. En cambio, mutismo absoluto sobre la segunda causa de muerte de jóvenes entre quince y treinta años. Alrededor de un millón de muertos anuales en todo el mundo si tenemos en cuenta los casos de todas las edades.

La explicación es que estos medios tienen un pacto para no hacer públicas las muertes autoinfligidas. Supuestamente esta política pretende prevenir un posible efecto dominó a escala masiva, argumentando que exponer públicamente este tipo de noticias podría despertar impulsos suicidas latentes en una parte de la población. Aquí hay que añadir el silencio de familiares y amigos, que avergonzados por lo que semejante acto supone en nuestra sociedad, prefieren omitir el tema o mentir sobre el mismo. En suma, el suicidio se nos presenta en nuestra mente como un acto horrible, comparable en gravedad a cometer asesinato o una violación.

El suicidio no está penado en nuestro país, pero si es el caso de muchos otros. En cualquier caso existe un fuerte rechazo, especialmente entre la población católica por motivos religiosos, y suele ser tratado con la misma aversión que delitos como los que he mencionado anteriormente. Todo esto no ayuda más que a perpetuar el bochorno de las personas próximas al suicida. Que nadie me malinterprete, pues no considero que tenga nada de heroico quitarse la vida ni es mi intención hacer apología del mismo, pero pienso que el tema debe ser tratado. Con dignidad y respeto, pero debe ser tratado. No son ya para nadie temas tabú las drogas o el aborto, e incluso para muchos se aplica la máxima de es mi cuerpo, es mi decisión. No comprendo entonces porque este trato discriminatorio, estigmatizador y peyorativo en extremo hacia el acto de acabar con la propia vida.

Los motivos pueden ser diversos aunque principalmente podríamos hablar de suicidios románticos, de suicidios a raíz del acoso escolar o laboral, suicidios motivados por problemas económicos, suicidios propiciados por el abuso de drogas o estados sicóticos... todas estas razones son en su mayoría de poco peso metafísico y pueden ser prevenidos mediante la adecuada ayuda psicológica y médica, pero hay otras razones que pueden resultar mucho más complejas de abordar. Me refiero a casos de personas maduras, algunas de edad avanzada, personas incluso de gran inteligencia y sensatez cuyo legado cultural o científico es extraordinario. Ludwig Boltzmann, Kurt Gödel, Ernest Hemmingway, Virginia Woolf o Philipp Mainländer [Pseudónimo de Philipp Batz, pesimista radical discípulo de Schopenhauer que se ahorcó la víspera de la públicación de su obra La Filosofía de la Redención, usando como pedestal sus propios manuscritos] son tan solo algunos ejemplos.

Tristemente estos casos de suicidio tardío suelen se los más ignorados, eternizando así la fama del carácter juvenil e irreflexivo de la acción en si. Existen pues motivos más profundos y trascendentales como despertar ante la insultante futilidad de la vida, el temor a convertirse en un incapacitado que resulte una carga para los demás o la certeza de no poder aportar nada más al mundo ni a los que nos rodean. Son razones bastante más difíciles de discutir y suelen implicar una cuidadosa planificación del acto que puede llevar meses o incluso años.


En ocasiones pienso en los que afirman que darse muerte a uno mismo es escoger el camino fácil. Pero sabemos que un intento de suicidio supone vencer uno de los instintos básicos más arraigados en todo ser vivo y podríamos afirmar que incluso el más primario de todos; el instinto de conservación de la propia vida. Quizás no sea un camino tan fácil después de todo, sino el último de los recursos. Las muertes autoinfligidas tampoco son algo exclusivo del ser humano, producto de su percepción de la realidad. Encontramos ejemplos como el de muchos insectos donde se observa que la muerte del individuo supone la continuidad de la especie. Podríamos atrevernos a trazar aquí un paralelismo entre estos patrones animales y el razonamiento del suicida altruista, no el que pretende liberarse a sí mismo de una carga, sino aquel que pretende liberar a los demás de su carga.

Recientemente he descubierto el trabajo fotográfico de Nadya Elpis. Su proyecto Attempters, del cual forma parte la imágen que encabeza este artículo, consiste en retratar a personas que en alguna ocasión han intentado quitarse la vida. Lejos de mostrarnos una visión morbosa del tema, las bellas instantáneas nos conmueven y nos hacen conscientes de una terrible realidad que nadie parece querer admitir y mucho menos estudiar con detenimiento. Es un ejemplo más de las muchas referencias y reflexiones acerca del suicidio en el arte o en la filosofía pero es necesario abordar la cuestión desde otras áreas, acabar con los estigmas y afrontar la situación desde la perspectiva de una sociedad madura.

En este caso no puedo evitar recordar la secuencia de Little Miss Sunshine en la que la pequeña protagonista pregunta cual es el motivo de las heridas en las muñecas de su tío.

2 comentarios:

  1. Qué gran escena de la peli. Le suelta, tal cual: "That's silly!"

    Es curioso eso que dices de que no sale en los medios. No me había parado a pensarlo, pero es cierto: sólo sacan los suicidios de gente que. presuntamente, ha matado a otra persona antes y luego se ha quitado la vida, o cuando es en Japón, porque los japoneses son raritos.

    Realmente es un tema que se debería tratar y tener en consideración.

    Estoy buscando versiones de la canción en Spotify. No encuentro la que dices, pero me están gustando mucho las de Billie Holiday y Diamanda Galas.

    Y, para finalizar, decir que me marcó el suicidio de David Foster Wallace.

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  2. Tinc un professor especialitzat en el tema del suïcidi. Ha tingut força col·legues que s'han suïcidat (curiosament, força sociólegs han mort per suïcidi o s'han tornat bojos, je!) i és un tema del que sempre en parla molt a classe. El llibre és "Plegar de viure, un estudi sobre els suïcidis", de Joan Estruch i Salvador Cardús. No l'he llegit, però sé que s'acosten a ser el màxim comprensius possible.

    Durkheim ja va escriure també "El suïcidi", que tampoc he llegit, però sé que va fer molta estadística sobre el tema, comprovant que hi ha més suïcidis a la tardor i l'hivern que a la primavera i l'estiu, i que es suïciden el doble d'homes que de dones, que no tenir fills és un factor important a certa edat, com el fet de no estar casat, etc. També distingeix tres tipus de suïcidi que he vist q ja coneixes (l'egoista, l'altruista i l'anòmic, que és el q ell considera prototípic de les societats posmodernes).

    En quant a la meva opinió personal del tema, suposo que la mort segueix sent un tema massa tabú. Al cap i a la fi, la vida és allò que tots tenim en comú, i en una societat secular com en la que vivim (que pensa en la vida, i no en la vida després de la mort), voler suïcidar-se és anar en contra de la vida, en contra d'allò que tots valorem i a tots ens uneix.

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