jueves, 31 de diciembre de 2009

Los últimos versos del año


Dando un pequeño repaso a la blogosfera, desde los blogs más mediáticos hasta los más underground e ignorados, me encuentro con ese punto que todos tienen en común llegados a este momento del año; El balance de lo que ha sido este año y en su defecto, o como complemento, los propósitos y objetivos para el año que viene.


Menuda responsabilidad. Resumir de forma subjetiva las vivencias e impresiones de los últimos 365 días pero de forma que puedan resultar comprensibles e incluso despertar algún tipo de conexión o sentimiento compartido con la audiencia. Mantener la coherencia con los propios esquemas sin resultar demasiado hermético, una lista accesible pero que mantenga el espíritu del autor. Un equilibrio bastante complejo a mi parecer.

En términos generales, pienso que no deberíamos tener demasiadas dudas de que este 2009 ha sido un año nefasto. No es necesario ahondar en detalles, pero es evidente que el mundo tal como lo conocemos ha entrado en un punto de no retorno, este año se han puesto en marcha todos los elementos para iniciar una cadena causal irreversible en los próximos años. No pienso que esto sea tan solo una crisis económica, es el principio de un final, el detonante que llevará a un cambio radical. Toda nuestra infraestructura y tecnología, todo lo que hace posible nuestra continuidad y desarrollo pende de un hilo tan delgado y delicado que nadie quiere reconocer que hemos estado tirando demasiado de algo tan frágil.

Mientrastanto las clases dirigentes marean la perdiz con soberanas estupideces como la de Copenhague. Podemos dormir tranquilos; les preocupa el calentamiento global. Que yo ya no voy a entrar en si es verdad o es mentira, pero recuerden que en los noventa se decía que hoy íbamos a estar todos con cáncer de piel por el agujero de la capa de ozono. Toda generación necesita mitos, cortinas de humo que distraiga al pueblo de los verdaderos problemas. Cartas con Anthrax, un acelerador de partículas en Suiza, la gripe A... Con este tipo de asuntos conseguimos captar la atención de ese sector de la masa que se las da más de enterado [ Por ejemplo la audiencia target de medios pseudo-izquierdistas como El País y Cuatro; medios que curiosamente pertenecen a una siniestra corporación] y los sumimos en un estado de tensión permanente. Para el otro sector más campechano de la masa, disponemos de ese pan y circo de demostrada eficacia durante siglos: competiciones deportivas, nacionalismos, patriotismos y fundamentalismos religiosos. En cuanto a las almas absolutamente perdidas, que nadie se preocupe, tenemos lo último en tendencias para ellos y ellas incluyendo house, reggaeton y cocaína, bien maridado con moda de dudoso gusto y cuestionable elegancia.

Bien, entonces todo va de maravilla. Vamos a salir de esta, inocentes de nosotros pensamos que los biocombustibles nos salvaran, el abundante hidrógeno vendrá al rescate y que nuestros románticos pero ineficientes motores de combustión interna serán sustituidos por modernos, silenciosos y potentes motores eléctricos. Damas y caballeros, eso sería precioso pero no va a suceder. Por razones que necesitarían un artículo aparte, es simplemente imposible mantener el actual nivel de suministro energético para transportes con otra fuente que no sean los combustibles fósiles. Y estos estan llegando también a su limite. Por no mencionar la infinita cantidad de productos derivados del petróleo. Hagan la prueba, miren a su alrededor e intenten encontrar vehículos, herramientas, mobiliario urbano, embalajes, electrodomésticos y cualquier aparato de tecnología contemporánea que no tenga cierto contenido de plástico. Ah, para los despistados, los neumáticos también se hacen con petróleo, así que imagino que los vehículos eléctricos que nos van a salvar la vida llevaran ruedas de madera, ya saben lo retro vuelve a estar de moda. ¿Estremecedor, verdad?

Volviendo al tema energético, quizás sea conveniente mencionar la segunda ley de la termodinámica y no perder de vista que para producir energía, transportar energía y convertir energía, se necesita... bingo, energía. Los que estuvieron atentos en clase recordaran aquello de que la energía no se crea ni destruye, se transforma. Muy cierto, pero lo que nos interesa es el concepto de energía útil, y la transformación de energía en sonido o calor, es considerada a efectos prácticos como una pérdida puesto que no podemos recuperarla. De ahí la escandalosa ineficiencia del motor de combustión interna; una parte considerablemente pequeña de la gasolina consumida se transforma en movimiento, la mayoría solo ayuda a aumentar la temperatura del propio motor y el resto de mecanismos, y otra parte se convierte en ruido. Podriamos utilizar masivas redes de transporte eléctrico, pero no todas las zonas de un país son adecuadas para la generación de energía eléctrica en grandes cantidades a través de aerogeneradores y paneles solares. Por lo tanto parte de esa electricidad deberá ser transportada a gran distancia. Al ser distribuida por la red eléctrica existirán notables pérdidas y ya he mencionado anteriormente que eso es un gran problema.

Tras este telegráfico análisis y visión algo desesperanzada de un futuro no muy lejano, que continuaré en otra ocasión, llega el momento de tocar las impresiones acerca de los sucesos más personales. Y aquí es cuando dejo que las palabras de otros hablen por mí.


The city is cold and miserable but I am not.
All we are is all we've started. All could be gone.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Lugares comunes


I've had a lot of time to think

and I'm so tired of thinking
I know why he put that bullet in his skull
Because life can be so dull


Entré en una muy conocida gran superficie con la intención de comprar algunos regalos pero estaba seguro de que nada me convencería y terminaría por salir con las manos vacías. Tenía también otra secreta certeza, la de encontrarme con alguien conocido en el momento más inesperado, pues es bien sabido que, en estas fechas, este tipo de lugares se convierten en un lugar de peregrinaje y encuentro de consumidores de toda edad y condición.


Cuando el ambiente irrespirable y las continuas invasiones a mi espacio personal me empezaron a cansar, decidí echar un último vistazo a las películas de oferta antes de irme. Entonces fue cuando la vi, aunque no la reconocí inmediatamente, por lo que tuve un pequeño instante de duda antes de dirigirme a ella. No la veía desde el funeral. No, no me refiero a una película de oferta. Lo cierto es que pensé por lo menos una docena de veces en llamarla, pero uno nunca sabe realmente como afrontar estas cosas así que se terminan posponiendo indefinidamente.

A decir verdad, no tenía buen aspecto. Naturalmente no es el tipo de cosas que a una chica le gusta oir, así que no lo mencioné. Era un contraste chocante encontrarla vistiendo con un espantoso chandal y una camiseta, ella que siempre había lucido tan mona. Pero lo más llamativo era su rostro; más pálido que de costumbre y visiblemente más delgado. No se trataba de una delgadez atractiva sino de la delgadez propia de los que alguna vez hemos descuidado nuestra alimentación. Su antaño alegre sonrisa se había convertido en una mueca de apatía. Siempre tuvo unas ligeras ojeras propias de sus facciones, pero esta vez era como si sus globos oculares estuviesen hundidos en un pozo. Seguí examinando su mirada y me perdí en sus dos iris marrones cubiertos de una capa de vidrio humedecido, intentando sondar la tristeza que contenían.

Hablamos de forma breve acerca de como nos iban las cosas, evitando, naturalmente, el tema principal. Hubiese deseado tener un día más melancólico y no haberme arreglado tanto, para de alguna forma haberle resultado más próximo. También hubiese deseado haber sido algo más elocuente e invitarla a tomar un café en un día tan lluvioso, seguramente le hubiese apetecido. En lugar de eso le dije que deberíamos llamarnos para ir a comer algún día de estos; esas cosas que se dicen para quedar bien con gente con la que una vez tuviste trato y hace tiempo que no ves.

Esta vez, lo dije en serio.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Odio


En una ocasión me dijieron que me parecía a Buddy Bradley. Por aquel entonces yo no tenía ni idea de quien era Buddy Bradley, con lo que la verdad es que me quedé igual. Disculpen mi ignorancia, no estaba demasiado metido en el cómic underground norteamericano y lo poco que conocía era el mítico Ghost World de Daniel Clowes y Blankets de Craig Thompson. Buddy es el protagonista de la serie de comics Hate de Peter Bagge y como yo aquel día, lleva su pelo moreno algo dejado y viste camisas de cuadros y zapatillas converse hechas trizas. Pero según la persona que me lo dijo, el parecido no iba tanto en lo estético sino en la esencia.


A pesar de que me los recomendaron encarecidamente, no pensé en desembolsar mi dinero para comprarlos ni siquiera cuando descubrí que habían sido reeditados y recopilados en unos tomos muy bien presentados. Al echar un vistazo rápido a sus páginas observé ese tipo de trazo exageradísimo y grotesco que siempre me ha causado cierto rechazo. ¿Como pueden decirme que se trata de una obra maestra? Por regla general solemos juzgar los tebeos, siendo estos un medio donde lo visual tiene tanto peso, por su estilo gráfico; si este no es de nuestro agrado no solemos molestarnos a profundizar en su contenido. Un buen ejemplo de aquello de juzgar un libro por su cubierta.

Afortunadamente, tiempo después le di una segunda oportunidad a Hate al tropezarme con esta serie en la sección de comics de la biblioteca. Me pareció una buena oportunidad para leerlos sin riesgo a sentirme timado si pagaba por ellos y luego no resultaban de mi agrado, así que cogí el primer número y me senté en una butaca a leerlo. Menuda experiencia.

Hate es verdaderamente odio en estado puro. Un visceral y amargo pero hilarante retrato de la desesperanzada juventud del Seattle de principios de los noventa. Un acercamiento hacia una generación de vidas a la deriva, una generación situada en las antípodas del sueño americano. La mal llamada Generation X. Trabajos de mierda, relaciones fracasadas, pisos roñosos compartidos, comida basura y encontrar una efímera felicidad en darle al frasco más de lo conveniente. Las páginas firmadas por Bagge son una galería de personajes desquiciados, cínicos, egoistas, autoindulgentes, sexistas y mil calificativos más para describir comportamientos que aún casi veinte años después resultarían políticamente incorrectos de una forma absolutamente escandalosa.

Pero lejos de resultar aberrante o repudiar tales actitudes, me doy cuenta de que al final, resulta sencillo simpatizar con Buddy y otros personajes de su alrededor; sus vidas y situaciones gozan de una sorprendente vigencia. Resulta tan triste como irónico verificar que entre el Seattle de 1991 y cualquier ciudad de nuestra geografía a día de hoy, no existen demasiadas diferencias. Los comportamientos, actitudes y preocupaciones de un veinteañero que se cree de vuelta de todo, no han cambiado en absoluto. Las relaciones familiares siguen igual, la relaciones laborales estan como siempre, las relaciones de pareja permanecen en la misma línea y los one night stands sin novedades en el frente.

Por no hablar del frikismo, la gente que se droga hasta en la hora de la merienda, determinados patrones de conducta femeninos, las eternas batallas entre lo underground y lo comercial... Sorprende que todo esto ya se daba muchísimo antes de que mi generación lo experimente de primera mano. Estamos ante una de las mejores disecciones sociales que he visto nunca en una obra de ficción. Pienso sinceramente que Hate representa de forma mucho más fiel que algunos libros y películas, lo que supone ser joven y estar jodido. Da lo mismo si hablamos de la basura blanca estadounidense o de los mileuristas españoles. La esencia, es la misma.

Y en esencia, Buddy es la mala leche que todos llevamos dentro, nuestro odio condensado, el que grita furioso lo que todos pensamos pero no nos atrevemos a decir para no ofender a aquellos que viven en un mundo de piruletas y gominolas.

Yo grito, tu gritas, todos gritamos por una puta birra.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Diecisiete otra vez



Canciones tarareadas.

Jugadas arriesgadas.

Frases inacabadas.

Trepidantes persecuciones.

Trapicheos que molan.


Bebida barata.

Coches noventeros.

Supercomputadoras endemoniadas.

Cintas de casette.

Palillos chinos.

Lijas gastadas.

Zapatillas destrozadas.


Sudaderas de capucha.


Aerosoles de pintura.

Chicas misteriosas.


Cristales empañados.

Diecisiete otra vez.