miércoles, 13 de octubre de 2010

Sitges 2010: Chatroom




Título original: Chatroom

Nacionalidad: Reino Unido, 2010
Dirección: Hideo Nakata
Reparto: Aaron Johnson, Imogen Poots, Hannah Murray


Es evidente que una de las películas que han despertado más interés en el festival de cine de Sitges de este año, es Chatroom de Hideo Nakata. En unas pocas horas se vendieron todas las entradas para el pase en el cine Prado del último filme de este nipón que ya dirigió Ringu, la cual se convirtió en un fenómeno de culto dando lugar al remake norteamericano y marcó el advenimiento del cine de género japonés. Ha pasado ya más de una década desde entonces y si bien en aquel momento el elemento incitador era una cinta de vídeo maldita, ahora lo son las redes sociales y los chats. Ringu apareció durante la cúspide del VHS como formato, prácticamente toda familia del mundo desarrollado tenía un par de aparatos en casa para poder ver vídeos tanto en el salón como en la habitación. Los chavales podían encerrarse en su cuarto con su televisor y el vídeo, de una forma no muy diferente a la que ahora lo hacen con su ordenador y la conexión a internet. Es importante fijarnos en este paralelismo, pues nos lleva a pensar que en estas dos obras de Nakata existe una idea de fondo en común.

En los últimos tiempos hemos podido ver como Internet no es un lugar donde llenar nuestra falta de auténticas emociones. Los verdaderas relaciones, los verdaderos sentimientos, siempre estarán ahí fuera y no en un mundo virtual. En cambio la comodidad del anonimato y la aparente libertad de contenidos ha actuado como catalizador para la parte más oscura del ser humano. Existe la creencia de que si no hubiesen consecuencias a las que enfrentarnos cuando cometemos acciones cuestionables o ilegales en la vida real, aflorarían patrones de conducta psicopática entre la población. Patrones que habrían permanecido inhibidos de forma subconsciente. Pero la red refleja sin filtros lo que realmente se esconde en los lúgubres rincones de la mente humana.

Desde la gente que descarga su rabia hiriendo o incluso arruinando la vida de personas en foros y redes sociales hasta los casos más extremos y macabros como la venta de órganos, los pactos de suicidio, el canibalismo consentido o la contratación de asesinos a sueldo. Por supuesto sin olvidar la publicación de vídeos de asesinatos, suicidios, imágenes grotescas de accidentes y la proliferación de una pornografía cada vez más retorcida y extrema.

Tomando todo esto como base, surge Chatroom. El guión de Enda Walsh, que fué adaptado de su propia obra de teatro, nos presenta a cinco adolescentes británicos que prefieren pasarse el día frente al teclado en lugar de cultivar verdaderas relaciones. Estos se conocerán y formaran su propio círculo de amigos virtuales, entrando en los sectores menos recomendables de Internet. Jim posee el carácter más débil del grupo; se trata de un chico no especialmente afortunado en la vida y será el blanco de ataques con consecuencias fatales en la vida real si los demás no hacen nada para evitarlo.

Posiblemente el aspecto a destacar de la película es su estética y la forma de representar el mundo virtual de los chats. Desde luego sería muy aburrida una película donde la mayor parte del diálogo tuviese lugar en un chat y se nos mostrara a gente tecleando y mirando un monitor durante hora y media. Chatroom resuelve este problema mediante un estilo visual impactante y atractivo, con una colorista representación física de las salas de chat. Esta emocionante realidad virtual contrasta con las tonalidades grises que bañan la cinta durante las escenas que tienen lugar en el mundo real. Un recurso bien llevado que tiene un claro simbolismo para referirse a la realidad como aburrida y monocromática en contraste con la chispeante red.

El mayor problema de la película es que se toma demasiado tiempo en introducirnos a los personajes y su mundo virtual. La emoción y la intriga no empiezan hasta casi la mitad de la película, lo que repercute de forma negativa en el ritmo narrativo. Cuidado, a pesar del historial de Nakata, Chatroom no se puede clasificar en absoluto como película de terror, que nadie se confunda. Más bien se trata de un drama adolescente con tintes de thriller.

El reparto cuenta con la nueva generación de actores británicos incluyendo a Hannah Murray y Daniel Kaluuya, protagonistas del éxito televisivo Skins. También encontramos a Imogen Poots, conocida por su aparición en V for Vendetta y 28 Weeks Later. Las actuaciones no son nada del otro mundo, aún falta tiempo para que estos chicos se liberen del lastre de sus anteriores papeles y adopten una mayor versatilidad de registros, pero cumplen de forma suficiente. Destaca Aaron Johnson en el papel de William, acaparando prácticamente la totalidad de la carga dramática.


En conclusión, una película entretenida aunque no se libra de algunos clichés y personajes algo estereotipados a pesar del extenso tiempo dedicado a su presentación. Quizás su reflexión llega algo tarde y suena a moralina, pero no por ello merece ser obviada; ¿Que hacen los chavales frente al ordenador cuando se pasan todo el día encerrados tras la puerta de su habitación?

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