viernes, 29 de octubre de 2010

Sitges 2010: Red Hill

Título Original: Red Hill
Nacionalidad: Australia, 2010
Director: Patrick Hughes
Interpretes: Ryan Kwanten, Steve Bisley, Tommy Lewis



El western, en su etapa madura, es para mi uno de los géneros más interesantes pues sus personajes son ricos en matices. Los buenos no son completamente buenos ni los malos totalmente malos. Eso da profundidad a la narración, pues en el mundo real tampoco se dan los terminos absolutos sino que existen una infinidad de tonalidades.

Por ello, Red Hill era para mi una de las películas más esperadas de la última edición del festival de cine de Sitges. Se trata del extraordinario debut del australiano Patrick Hughes. Este australiano escribe y dirige una imprescindible cinta que combina con destreza elementos del western crepuscular y el thriller más oscuro. Red Hill nos sitúa en una Australia rural anclada en el pasado, donde el conservador sheriff Bill aplica su propia ley. Ryan Kwanten, más conocido por sus apariciones en True Blood, interpreta a Shane Cooper, un agente de policía recién trasladado que deberá enfrentarse a un para nada convencional primer día de trabajo. Jimmy Conway es un peligroso convicto que se acaba de fugar de la cárcel y se dirige a Red Hill para sembrar el terror y vengarse de aquellos que lo encarcelaron.

Red Hill tiene claras influencias y paralelismos con películas como El Jinete Pálido de Eastwood o Training Day. En primer lugar, Conway es un asesino rodeado de misterio, oscuro, silencioso y por momentos casi sobrenatural. El hecho de que no pronuncie una sola palabra mientras dispara a sangre fría a sus víctimas y que no conozcamos cual es el motivo de su venganza, consigue mantenernos a la espectativa hasta el final. Por otro lado, la película se desarrolla a lo largo de un solo día y el inocente pero bien intencionado novato tendrá que elegir entre tomar las riendas de la situación o convertirse en una víctima más.

El apartado estético ha sido tratado con un gusto exquisito. Desde la impecable fotografía, con un excepcional formato Cinemascope, hasta la elección de las localizaciones pasando por la banda sonora y los decorados, todos los elementos han sido cuidados al detalle. Absolutamente loable si tenemos en cuenta que el filme ha sido financiado íntegramente por el director, quien ha tenido que llegar a hipotecar su casa para conseguir los fondos. Nada de subvenciones gubernamentales ni el respaldo de una distribuidora durante la fase de rodaje. Tomen nota.

Además del ya mencionado Ryan Kwanten, el reparto cuenta con Tommy Lewis y un veterano del cine australiano, Steve Bisley (Mad Max). Partiendo de un guión sólido, como es el caso, los actores solo tienen que dejarse llevar por el ritmo narrativo. La trama de venganza se va abriendo paso hasta el esperado clímax, con duelo de gatillos veloces incluido. Se trata de una historia áspera, de violencia seca, pero no falta de esperanza e incluso se permite algunos toques de humor. El resultado del conjunto no defrauda en absoluto. Si bien es cierto que es difícil hacer algo totalmente novedoso en un género tan trillado como el del western, Red Hill aprueba holgadamente y no se limita al simple homenaje o una colección de referencias.

En definitiva, al igual que The Loved Ones, una buena muestra de que el cine australiano tiene interesantes producciones perfectamente aptas para la exportación. Su estreno en Estados Unidos está previsto para el 5 de Noviembre pero todavía no hay fecha para nuestro país. Esperemos que en Europa Red Hill no quede relegada únicamente a los festivales de cine.

domingo, 24 de octubre de 2010

Sitges 2010: The Last Exorcism

Título original: The Last Exorcism
Nacionalidad: USA, 2010
Director: David Stamm
Interpretes: Patrick Fabian, Ashley Bell, Iris Bahr



El estreno de The Blair Witch Project en 1999 supuso, indiscutiblemente, un punto de inflexión en el género. Descubrimos que era posible rodar una película de terror con un presupuesto ajustadísimo sin caer en la caspa habitualmente asociada a las producciones low cost. Desde entonces han sido muchos los directores que han explotado la misma fórmula. La técnica que un dia fue novedosa y consiguió acercar el miedo al espectador, se ha convertido en algo rancio y caduco en los últimos tiempos. ¿Realmente a alguien le pareció que [Rec] y su secuela estaban a la altura de lo que se predicaba? ¿Era necesario su correspondiente remake norteamericano, Quarantine? Por suerte, justo cuando pensabamos que el falso documental ya no tenía nada más que aportar al género, llega The Last Exorcism para hacernos cambiar de idea.

Pese a los avances culturales y científicos, las supuestas posesiones diabólicas y sus correspondientes exorcismos no sólo siguen de plena actualidad en pleno siglo XXI sino que se ha registrado un considerable aumento de casos. El mismísimo Vaticano ha tomado cartas en el asunto, formando a cientos de sacerdotes como exorcistas. ¿Estamos ante un preocupante aumento del fanatismo religioso más radical? ¿Se trata de una reacción propia de la ignorancia? ¿Son estos exorcismos pura charlatanería o existe una mínima posibilidad de un componente sobrenatural en estos asuntos? Este es el punto de partida de la película escrita a cuatro manos por Huck Botko y Andrew Gurland (Mail Order Wife).

Patrick Fabian interpreta al reverendo Cotton Marcus. Un carismático embaucador que se gana la vida con los fraudulentos rituales de exorcismo que realiza por toda Luisiana. Marcus perdió su fe hace tiempo, pero aún le queda algo de ética. Tras años de patrañas, decide exponer toda la verdad antes las cámaras de televisión, revelando todos sus trucos. Su particular forma de expiación consistirá en hacer que el equipo de reporteros le acompañe durante la ejecución de lo que debe ser su último exorcismo. Al llegar a la granja de los Sweetzer, el reverendo y el equipo de rodaje se verán inmersos en una espiral de acontecimientos que les hará replantear por completo sus creencias. Lo que parece el planteamiento de otra aburrida película sobre el tema y la enésima copia barata de El Exorcista, es en realidad el incidente incitador de un guión absolutamente redondo.

Aparentemente un mockumentary acerca de los ingeniosos métodos de Marcus y su imparable verborrea, pronto se transforma en una historia de verdadero horror. Una historia que, enfocada desde un punto de vista escéptico, se mueve en todo momento entre los límites de lo razonable y lo sobrenatural.
Una de las cosas que hace grande a The Last Exorcism, es que pese a tocar un tema tan trillado, consigue que el espectador jamás pueda adelantarse a lo que va a suceder a continuación. Hacia mucho tiempo que una película de terror no me provocaba tal grado de inquietud, esperando ansiosamente una resolución. Una vez arranca la acción ya no hay vuelta atrás; la intensidad aumentará en un crescendo imparable que nos clavará a la butaca hasta el último minuto.

Desde luego ayudan mucho unas interpretaciones de calidad. Patrick Fabian consigue que en apenas unos minutos conectemos totalmente con su personaje, cosa que le ha merecido el premio a mejor actor en la presente edición del festival. Ashley Bell (Stay Cool) juega un rol determinante para conseguir la verosimilitud que transmite el filme. Nada de efectos de maquillaje; todas las posturas imposibles que se marca la supuesta posesa, son realizadas sin trampa ni cartón por la joven actriz. Su habilidad para dislocarse el cuello pondrá los pelos de punta a más de uno, garantizado.

En gran parte el resultado de las actuaciones ha sido gracias a las exigencias marcadas por el alemán David Stamm que ya dirigió A Necessary Death en el 2008. En el ajo anda metido como productor Eli Roth (Death Proof, Inglorious Basterds), responsable de la saga Hostel y amiguete de Tarantino. Tranquilos, nada de excesivo mal gusto en The Last Exorcism. Más bien al contrario, un buen ejemplo de ese terror que hay que recuperar, el que estremece con algo más que sustos previsibles y maquillaje, el que consigue plantar la semilla de la duda en nuestra cabeza, el que hace que horas e incluso días después sigamos dando vueltas acerca de lo que hemos visto.

El 19 de Noviembre se estrena en cines de todo el país.

No la vayan a ver solos.

martes, 19 de octubre de 2010

Extrañas Conspiraciones


De aquí a unos días se cumplirán exactamente ocho años, pero recuerdo con absoluta claridad la noche que conocí a Álvaro Ortiz. Un pequeño grupo de gente nos encontrábamos en uno de los accesos traseros al Pavelló de la Vall d'Hebron. Moby y su banda acababan de dar un magnífico concierto y estábamos esperando la oportunidad de obtener algunos autógrafos o fotos. Después de helarnos los riñones durante más de tres horas y comprobar que el señor Richard Melville Hall prefería pasar la noche con jovencitas puestas de cocaína antes que salir a estrechar la mano de los que han comprado sus discos y han pagado por verle en directo, decidimos largarnos de allí.


Por aquel entonces Álvaro estaba en el Salón del Manga y presentaba la versión original de Julia y el Verano Muerto. Eso fue bastante antes de su exitoso remake para Ediciones Ponent. En todo este tiempo, el señor Ortiz se ha profesionalizado y su lápiz [ahora tableta gráfica] ha realizado una infinidad de ilustraciones, carteles, tiras y por supuesto tebeos. Incluso en ciertas ocasiones nuestras pasiones creativas se han cruzado y ha dibujado para algunos de mis proyectos musicales. Efectivamente, además de dibujar, siente gran devoción por la música y entre sus discos podemos encontrar desde los Smashing Pumpkins a los Beastie Boys pasando por Deftones y Sigur Ros. Tampoco se olvida de la escena indie y post-hardcore nacional; pudiendo encontrarse con él en la legendaria sala Arrebato de Zaragoza o en cualquier edición del Primavera Sound.

Tengo la terrible certeza de que en aquel concierto de Moby, éramos otras personas. Maldita sea, como pasa el tiempo. Pero creo que de alguna forma, mantenemos una conexión entre lo que somos y lo que fuimos. Es precisamente eso lo que hace que puedas reencontrarte con viejos amigos y tener la contradictoria pero reconfortante impresión de que las cosas han cambiado pero todo sigue igual. A pesar del tiempo y la distancia.

Que mejor ocasión para un reencuentro, que la inauguración de su exposición
Extrañas Conspiraciones. Una colección de ilustraciones que como el mismo dice, no están al servicio de nada. Han sido creadas sin un uso específico, sin función aparente. Algo ciertamente extraño. Bien sea para contar una historia de forma gráfica o para plasmar los recuerdos de sus viajes en su libreta Moleskin, sus ilustraciones siempre han tenido un cometido. ¿Que clase de conspiración se oculta tras este aparente giro en la concepción de sus imágenes?

Lo pueden averiguar del 20 de Octubre al 7 de Noviembre en
Miscelanea, lugar clave dentro del mapa de lo cool en Barcelona.



Miscelanea | Guardia, 10 | 08001 Barcelona | Metro L3 Drassanes

lunes, 18 de octubre de 2010

Sitges 2010: The Pack

Título original: Le Meute
Nacionalidad: Francia-Bélgica, 2010
Dirección: Franck Richard
Reparto: Yolande Moreau, Émilie Dequenne, Benjamin Biolay, Philippe Nahon



Un soplo de aire fresco. Así se siente The Pack, la primera película del guionista y director Franck Richard. El debutante galo llega dispuesto a romper con tendencias estilísticas de la llamada nueva ola del terror francés. Ese tipo de cine es realmente insoportable para mi, afirma. Aprovecho para indicar que a mi también me parece insoportable, salvo algunas excepción como La Horde. Al ver este filme, rápidamente nos damos cuenta de que no busca incomodar al espectador mostrando torturas gratuitas. Todo lo contrario, pretende ser una película de terror a la antigua usanza proporcionando buen entretenimiento para el público.

Rodada en Bélgica, The Pack cuenta la singular historia de Charlotte, una chica dura y solitaria que viaja sin rumbo hasta que conoce a Max, un autoestopista. Pronto paran en un bar de carretera para tomar café y tras ser acosados por un grupo de moteros, Max desaparecerá misteriosamente. Charlotte decide ir en su busca y terminará descubriendo el escalofriante secreto que oculta La Spack, la propietaria del bar. Es una película de terror con sabor clásico, que mezcla de forma interesante dos temáticas habituales del cine de género; Psicópatas y muertos vivientes.

La estética de la película tiene ese aspecto mugriento de referentes como La Matanza de Texas. La fotografía, que corre a cargo de Laurent Barès (Frontiers, À l'intérieur), es sucia, deprimente, con colores apagados. Una ambientación lúgubre con madera vieja, tierra seca, luna llena, viento sibilante, herramientas oxidadas... Un detalle curioso es que no encontramos ningún elemento de color rojo salvo la sangre. La banda sonora es de una importancia vital para Franck Richard y así lo demuestra incluyendo a grupos franceses de rock independiente, metal y hardcore. Pero quizás lo más sorprendente es que parte de la banda sonora original está firmada por Chris Spencer, el líder del mítico grupo neoyorquino Unsane.

Yolande Moreau (Amélie) y Émilie Dequenne (The Girl on the Train) están realmente bien en sus interpretaciones, especialmente teniendo en cuenta que se trata de actrices más conocidas por su faceta dramática. Aportando el contrapunto cómico encontramos a Phillipe Nahon, que gracias a su peculiar aspecto ha sido siempre una buena opción para interpretar a personajes atípicos. Abanderados de la nueva generación de cineastas franceses tales como Alexandre Aja y Gaspar Noé, han contado con el para sus películas.

Atención a los sutiles guiños pop como la máquina recreativa de Ghosts 'n' Goblins, las patatas fritas con mayonesa o el chiste de los internos en el pabellón psiquiátrico y el gato. Totalmente recomendada.

jueves, 14 de octubre de 2010

Sitges 2010: Rubber

Título Original: Rubber
Nacionalidad: Francia, 2010
Dirección: Quentin Dupieux
Reparto: Stephen Spinella, Roxane Mesquida, Jack Plotnick, Wings Hauser



The film you're about to see is an homage to the 'No reason'.
The most powerful element of style.


Estas palabras forman parte de la magistral introducción de Rubber, una de las películas más comentadas en Sitges y que ya causó furor en la última edición del festival de Cannes. Quentin Dupieux, más conocido por su alter ego electrónico Mr. Oizo, escribe, dirige y edita esta inclasificable cinta que narra las peripecias de un malvado neumático con poderes psíquicos. Dupieux también compone la banda sonora original junto con su amigo Gaspard Augé de Justice.

¿Entonces, es Rubber un thriller? ¿Una comedia, quizás? ¿Simplemente un ejercicio de estilo? Lo cierto es que es un poco de todo. A priori esto puede parecer algo negativo; un filme que intenta abarcar diversos géneros requiere de mucho tacto y medida para que el resultado final sea satisfactorio. Se hace difícil describir Rubber, es realmente una de esas películas que hay que ver. La comparación más próxima que se me ocurre para intentar definirla es que se imaginen una comedia dirigida por David Lynch. De hecho, es evidente que estilísticamente Rubber es deudora de la obra de Lynch, sólo que mucho más entretenida y retorcidamente divertida.

Un viejo neumático tirado en medio del desierto, de repente cobra vida ante la atónita mirada de unos espectadores que observan desde la distancia con sus prismáticos. ¿Por que razón un neumático? ¿Tiene algún sentido que haya gente contemplando tal acontecimiento? La vida está llena de sin sentidos. Por eso nos gusta el cine y las novelas, porque en la ficción todo suele ocurrir por algún motivo. Toda acción, toda decisión que tomen los personajes, cada palabra... parece llevarles irremediablemente hacia un único final. De forma que cuando termine la película pensemos que todo encaja y que tal como ha sucedido todo, no había otro final posible. Pero sabemos que el mundo no es así. La realidad está dominada por la falta de sentido. A algunas personas les asusta este hecho y necesitan recurrir a conceptos como el destino o el determinismo.

Pero en raras ocasiones, nos encontramos con unos pocos cineastas que rompen las normas y entran en el terreno del absurdo, de lo surreal e inexplicable. Al fin y al cabo, la definición tradicional nos dice que la única función del arte es existir. Una creación autoreferente. En ese sentido, Dupieux destroza las convenciones cinematográficas y convierte este largometraje en una pieza de puro arte. Es especialmente interesante el hecho de que Rubber se puede considerar un análisis del cine dentro del cine, como ya hiciera Jean-Luc Godard. La irónica forma en la que se critica las expectativas del público, constituye uno de los ejes centrales de la película. Los espectadores dentro de la película no son sino un reflejo de los espectadores de la película en si, los que están fuera de la pantalla.

Los efectos de movimiento autónomo del peculiar protagonista están realmente logrados. Para la ocasión no se ha recurrido a efectos digitales sino que toda el rodaje ha sido realizado cuadro a cuadro para posteriormente montar los fotogramas convenientemente. Las actuaciones, brillantes. Stephen Spinella simplemente genial, junto a un esperpéntico Jack Plotnick, hará las delicias de los aficionados al humor absurdo. Roxane Mesquida, aunque prácticamente carece de diálogos, funciona espléndidamente como el objeto de obsesión por parte de la rueda asesina y de hecho protagoniza un guiño a Psicosis durante una escena.

Definitivamente, Rubber es algo a tener en cuenta y me arriesgo a decir que es una claro candidato para llevarse algún premio en el festival. ¿Por que? No reason.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Sitges 2010: Chatroom




Título original: Chatroom

Nacionalidad: Reino Unido, 2010
Dirección: Hideo Nakata
Reparto: Aaron Johnson, Imogen Poots, Hannah Murray


Es evidente que una de las películas que han despertado más interés en el festival de cine de Sitges de este año, es Chatroom de Hideo Nakata. En unas pocas horas se vendieron todas las entradas para el pase en el cine Prado del último filme de este nipón que ya dirigió Ringu, la cual se convirtió en un fenómeno de culto dando lugar al remake norteamericano y marcó el advenimiento del cine de género japonés. Ha pasado ya más de una década desde entonces y si bien en aquel momento el elemento incitador era una cinta de vídeo maldita, ahora lo son las redes sociales y los chats. Ringu apareció durante la cúspide del VHS como formato, prácticamente toda familia del mundo desarrollado tenía un par de aparatos en casa para poder ver vídeos tanto en el salón como en la habitación. Los chavales podían encerrarse en su cuarto con su televisor y el vídeo, de una forma no muy diferente a la que ahora lo hacen con su ordenador y la conexión a internet. Es importante fijarnos en este paralelismo, pues nos lleva a pensar que en estas dos obras de Nakata existe una idea de fondo en común.

En los últimos tiempos hemos podido ver como Internet no es un lugar donde llenar nuestra falta de auténticas emociones. Los verdaderas relaciones, los verdaderos sentimientos, siempre estarán ahí fuera y no en un mundo virtual. En cambio la comodidad del anonimato y la aparente libertad de contenidos ha actuado como catalizador para la parte más oscura del ser humano. Existe la creencia de que si no hubiesen consecuencias a las que enfrentarnos cuando cometemos acciones cuestionables o ilegales en la vida real, aflorarían patrones de conducta psicopática entre la población. Patrones que habrían permanecido inhibidos de forma subconsciente. Pero la red refleja sin filtros lo que realmente se esconde en los lúgubres rincones de la mente humana.

Desde la gente que descarga su rabia hiriendo o incluso arruinando la vida de personas en foros y redes sociales hasta los casos más extremos y macabros como la venta de órganos, los pactos de suicidio, el canibalismo consentido o la contratación de asesinos a sueldo. Por supuesto sin olvidar la publicación de vídeos de asesinatos, suicidios, imágenes grotescas de accidentes y la proliferación de una pornografía cada vez más retorcida y extrema.

Tomando todo esto como base, surge Chatroom. El guión de Enda Walsh, que fué adaptado de su propia obra de teatro, nos presenta a cinco adolescentes británicos que prefieren pasarse el día frente al teclado en lugar de cultivar verdaderas relaciones. Estos se conocerán y formaran su propio círculo de amigos virtuales, entrando en los sectores menos recomendables de Internet. Jim posee el carácter más débil del grupo; se trata de un chico no especialmente afortunado en la vida y será el blanco de ataques con consecuencias fatales en la vida real si los demás no hacen nada para evitarlo.

Posiblemente el aspecto a destacar de la película es su estética y la forma de representar el mundo virtual de los chats. Desde luego sería muy aburrida una película donde la mayor parte del diálogo tuviese lugar en un chat y se nos mostrara a gente tecleando y mirando un monitor durante hora y media. Chatroom resuelve este problema mediante un estilo visual impactante y atractivo, con una colorista representación física de las salas de chat. Esta emocionante realidad virtual contrasta con las tonalidades grises que bañan la cinta durante las escenas que tienen lugar en el mundo real. Un recurso bien llevado que tiene un claro simbolismo para referirse a la realidad como aburrida y monocromática en contraste con la chispeante red.

El mayor problema de la película es que se toma demasiado tiempo en introducirnos a los personajes y su mundo virtual. La emoción y la intriga no empiezan hasta casi la mitad de la película, lo que repercute de forma negativa en el ritmo narrativo. Cuidado, a pesar del historial de Nakata, Chatroom no se puede clasificar en absoluto como película de terror, que nadie se confunda. Más bien se trata de un drama adolescente con tintes de thriller.

El reparto cuenta con la nueva generación de actores británicos incluyendo a Hannah Murray y Daniel Kaluuya, protagonistas del éxito televisivo Skins. También encontramos a Imogen Poots, conocida por su aparición en V for Vendetta y 28 Weeks Later. Las actuaciones no son nada del otro mundo, aún falta tiempo para que estos chicos se liberen del lastre de sus anteriores papeles y adopten una mayor versatilidad de registros, pero cumplen de forma suficiente. Destaca Aaron Johnson en el papel de William, acaparando prácticamente la totalidad de la carga dramática.


En conclusión, una película entretenida aunque no se libra de algunos clichés y personajes algo estereotipados a pesar del extenso tiempo dedicado a su presentación. Quizás su reflexión llega algo tarde y suena a moralina, pero no por ello merece ser obviada; ¿Que hacen los chavales frente al ordenador cuando se pasan todo el día encerrados tras la puerta de su habitación?