martes, 22 de febrero de 2011

Big Brother is watching you


Al llegar a Victoria, uno de los principales nodos de la red de transporte público de Londres, decidí salir al exterior para fumar un cigarrillo. Tras dos horas de vuelo y cuarenta minutos de tren, la primera aspiración de nicotina del día quedaba totalmente justificada. Lo lié con calma, prensando el tabaco metódicamente. Lo fumé con más calma aún, contemplando impasible el ajetreo de la metropolis. Me sentí como un espectador entre la multitud. Saqué mi cámara e hice un par de fotos de la escena; quise plasmar mi primera visión de la ciudad, sencillamente.

Me situé en la cola para las taquillas y esperé pacientemente mi turno. Ya la primera impresión me resulta anticuada, rancia e ineficiente. Toda esa gente esperando una eternidad para sacar un billete. Me desesperaría ir con el tiempo justo al trabajo y tener que sufrir estas esperas, cercanías de renfe puede ser bastante ineficiente en ocasiones, pero creo que jamás he tenido que esperar para sacar una tarjeta de metro en Barcelona. Sin embargo en unos instantes, esta sería la menor de mis preocupaciones.

Antes de terminar de guardarme la tarjeta de metro en uno de los bolsillos de la chaqueta, un agente de policia llamó mi atención y solicitó hablar conmigo. Ningún problema, me dirijo a el con naturalidad. Pero en pocos segundos aparecen de entre la masa cuatro agentes más. No eran vigilantes del metro, ni siquiera policías con la típica estampa y el simpático sombrero. Su aspecto era el de algún tipo de unidad de operaciones especiales, con el lote completo incluyendo chalecos antibalas y botas militares. De pronto, su presencia a mi alrededor me empezó a inquietar seriamente.

Se me informó de que iba a ser interrogado y registrado. Tiempo muerto. What the fuck. ¿Es esto una broma, algún tipo de cámara oculta? Broma, en absoluto. Cámara oculta... no exactamente. Al parecer alguien me vio a través de las cámaras de seguridad tomando fotos en el exterior y dio la alarma.

Disculpen señores, como se habrán dado cuenta, no soy de aquí, acabo de llegar y desconocía que estaba prohibido sacar fotos en la calle.

No lo está, pero es sumamente sospechoso.

¿Como que sospechoso?

Si, sospechoso. Si usted es un turista, lo normal es sacarle fotos a los monumentos y cosas por el estilo.

Pero bueno... ¿se me esta acusando de algo?

No señor, no se preocupe, esto es muy normal... es por seguridad, terrorismo, ya sabe.

Oiga, en mi país es impensable sufrir esta situación si no existe una sospecha razonable ¡esto infringe mis derechos!

Terrorism Act 2000, section 44.


Esta controvertida ley antiterrorista aprobada en octubre del año 2009, permite a un agente efectuar registros a cualquier ciudadano siempre que lo considere necesario y sin que por ello deba existir sospecha razonable. En resumen, porque me sale de las narices. Les da derecho a humillarte públicamente mediante un interrogatorio más tocapelotas que un test psicotécnico, revisar la tarjeta de memoria de tu cámara [donde están esas fotos], cachearte y esparcer el contenido de tu equipaje ante la atónita mirada de los transeúntes. Todo sea por hacer del mundo un lugar más seguro. Sinceramente, sentí sorpresa, miedo, indignación e impotencia, en ese orden. Pero seguridad no sentí en ningún momento.

Como curiosidad apuntar que cifras publicadas por The Telegraph hace pocos meses, sitúan en 101248 los registros efectuados desde la entrada en vigor de la ley. Apenas 506 derivaron en detención y en ningún caso por motivos relacionados con terrorismo. Sin comentarios.

Algunos críticos apuntan que nuestra sociedad va camino de convertirse en una distopía orwelliana. Yo soy más de la opinión de que ya estamos viviendo en una.

Feliz 1984.